Desde mi pluma
El precio de rentar la voz
En los últimos días, Barrick Gold ha estado en el ojo del huracán por su intención de construir una presa de colas en Cotuí. La empresa minera pretende reubicar a varias comunidades, pero los residentes rechazan las ofertas económicas por sus tierras, denunciando falta de transparencia y posibles daños ambientales.
En un intento desesperado por limpiar un poco su imagen, la empresa contrató a varios influencers y micro influencers para que “hablaran” bien de ellos, para que defendieran su postura en redes sociales. Sin embargo esto sólo desató una ola de críticas y obligó a muchos de ellos a pedir disculpas públicas.
Me llama la atención cómo “figuras” con miles de seguidores aceptaron supuestamente a ciegas participar en una campaña sin siquiera cuestionar qué estaban promoviendo. Luego, ante la avalancha de críticas, salen a pedir perdón, alegando ignorancia. Pero, ¿es creíble que desconocieron el mensaje que estaban promoviendo o no les importó lo suficiente?
Con las disculpas solo demuestran a la gente que no investigan, no cuestionan y, lo peor, no parecen interesarse por la realidad del país en el que viven, lo cual no solo es un acto de deshonestidad con su audiencia sino que da muestras del peligro de manipular narrativas desde el desconocimiento.
Esto es un recordatorio de lo frágil que puede ser la credibilidad en las redes sociales y de que la influencia digital no puede ser un simple negocio de conveniencia. Si decides usar tu plataforma para hablar de un tema, mínimamente investiga. Porque cuando el discurso se revierte en tu contra, no pierde la empresa que te contrató, sino pierdes tú, la confianza del público se desvanece tan rápido como llegó y, al final, la reputación no tiene precio que la repare.