QUO VADIS
El becerro
En tiempos de Trujillo ocurrían muchas cosas propias de las dictaduras. Una de las más inverosímiles era la capacidad del régimen, en una época con limitadas comunicaciones, de tener un control absoluto de todo lo que se movía en el país completo.
Un buen día designó a uno de los más prestantes ciudadanos de Baní como secretario de Estado de Agricultura, ya que había desempeñado todas las funciones provinciales y municipales desde secretario de la Junta Municipal hasta diputado, síndico y gobernador de la provincia Peravia.
El 10 de octubre de 1950 el designado nuevo secretario se levanta temprano para emprender su viaje, en un vehículo obsequiado por el generalísimo, desde Baní para ir a juramentarse ante Trujillo.
Cuando el preconizado funcionario iba transitando por la carretera hacia la entonces ciudad Trujillo, luego de San Cristóbal por la carretera vieja y subiendo por el puente sobre el arroyo de Madre Vieja, en frente a la Hacienda Borinquén, se le cruzó un becerro recién nacido, el cual fue impactado por el vehículo que venía a toda velocidad, muriendo en el acto.
Se desmontaron del vehículo, vieron que no había nadie alrededor y nada que pudieran hacer, pues ya el becerro estaba muerto y continuaron su camino hacia la sede del Gobierno.
El propietario de Hacienda Borinquén era el propio Trujillo, quién recibió la noticia a una velocidad sorprendente y de forma inexplicable aún, antes de que llegara el vehículo al Palacio Nacional
Cuando el funcionario llegó a la casa de Gobierno y se desmontó, un mayor del Ejército lo recibió en las escalinatas y le comunicó de forma ceremoniosa que tenía un mensaje para él:
“Tengo instrucciones de que antes de usted ser juramentado por el ilustre Jefe debe presentarse al administrador de la Hacienda Fundación, expresarle sus excusas por haber matado un becerrito y, además, pagarle la suma de 100 pesos oro por valor del mismo”.
El funcionario, un hombre sumamente decente, se quedó totalmente estupefacto por lo que le estaban diciendo y no entendía cómo pudo llegar la noticia tan rápido al Palacio Nacional.
No tuvo más que ir a cumplir la orden e inmediatamente retornó a la sede del Ejecutivo, y allí tranquilamente fue juramentado como secretario de Estado de Agricultura por el mismo generalísimo Trujillo, quien no le hizo ningún comentario al respecto.
Ese funcionario fue don Miguel Ángel Báez Díaz, quien entre los años 1949 y 1958 desempeñó las carteras de Obras Públicas, Interior y Policía y en dos ocasiones la de Agricultura.
Más tarde fue un héroe por su activa participación en la gesta del 30 de mayo que ajustició al tirano. Murió cruelmente torturado y asesinado junto a su hijo Miguelín. Era hermano de Tomás Báez Díaz, quien también fue encarcelado y víctima de represión tras el complot, cuyas experiencias relata en su libro “Las garras del terror”.