sin paños tibios

La cena de navidad

Perdido en la noche de los tiempos está el origen de una cena igual que muchas, pero diferente. La cena del 24 se convierte en una ocasión especial del año donde la familia se reúne en torno a la mesa, a una que en particular tiene determinados platos que las costumbres y el tiempo han convertido en tradición.

Los sociólogos y etnógrafos podrán explicar en detalle la razón de ser de ese ritual que congrega familias, amigos, vecinos; que motiva a la gente a desplazarse desde otros lugares sólo para compartir una noche. Y así, aunque la modernidad ha vaciado de contenido y significado cada uno de los comportamientos y rituales, quedará en el fondo algún sustrato que dé sentido a prácticas que nos identifican.

Las diferencias sociales y económicas harán que sobre la mesa varíe el menú que conforma la cena; y, en muchos casos, la existencia o no de la propia mesa en torno a la cual se sentarán los comensales será el primer elemento distintivo. Aún así, la cena de navidad es concebida en el aspiracional dominicano como un momento en el que se hacen todos los esfuerzos posibles para proveer y disfrutar de los mejores platos y vestir las mejores prendas, así sea en función de la realidad presupuestaria de cada familia.

En el imaginario colectivo el cerdo asado es el rey de la mesa. Entero o pierna; en puya, horno o panadería, el lechón se disfruta comiéndolo acompañado de moro (de guandules o habichuelas) o el más clasista “arroz navideño”; pasteles en hoja, pastelitos (con o sin pasas), cativías, ensalada “rusa” y, a partir de ahí, una pléyade de manjares en función de presupuestos, gustos, cultura o tradición; tales como pastelones, arroces, ensaladas, carnes variadas, jamones glaseados, pan de fruta y la inefable telera, esencial para los reglamentarios sándwiches del desayuno del día siguiente; amén de dulces, bizcochos, turrones, nueces y frutas de temporada importadas.

Las desigualdades económicas hoy no harán excepciones, y los que menos tienen harán de tripas corazón para poder disfrutar de los mejores platos que su disponibilidad permite, y un buen pollo asado sustituirá gustosamente al cerdo, y los espaguetis harán de “compaña” junto con todo lo que se pueda.

Días como hoy muestran lo mejor que el dominicano lleva dentro de sí, donde la solidaridad se convierte en norte y práctica; donde el gobierno entrega bonos o canastas, pero también las empresas; donde muy en el fondo todo el mundo quiere agradar al otro; darle “su navidad” al parqueador, limpiador de vidrios, guachi, salonera, barbero y un largo etcétera que involucra a todos, porque si bien la tradición religiosa desfallece y las costumbres, tradiciones y platos desaparecen, lo que queda es lo importante: el deseo de estar unidos, de compartir en familia, de dar gracias, de no perder las esperanzas.

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