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Un crimen y el misterio de tres palabras

La ciudad de Nueva York da para todos los géneros en la literatura y el cine: el pasado 4 de diciembre, al amanecer, el consejero delegado de la compañía de cobertura médica United Healthcare moría a balazos en una céntrica avenida de Manhattan. Se trataba de Brian Thompson, un ejecutivo de 50 años que en el momento del crimen se dirigía a una reunión con inversionistas.  

El dramático suceso, captado por cámaras de vigilancia, es digno de una película o una novela de suspense: un individuo encapuchado y con el rostro semi oculto se aproxima por la espalda a la víctima y le dispara con un silenciador antes de huir con relativa calma. Poco después, según informaron las autoridades, siguió su camino en una bicicleta y la policía le perdió la pista en las inmediaciones de Central Park. Lógicamente, la conmoción fue instantánea y comenzó la investigación en torno a las posibles motivaciones detrás de un asesinato que a todas luces parecía premeditado y con un blanco determinado: acabar con la vida de este directivo de United Healthcare, que, según ha trascendido, estaba bajo investigación del Departamento de Justicia por su supuesta implicación en el uso indebido de información privilegiada para obtener ganancias en el mercado de valores.

Pero lo que realmente dio un giro a las pesquisas fue el hallazgo de tres casquillos encontrados sobre el pavimento. Cada uno de ellos llevaba inscrita una palabra: “negar”, “defender” y “descartar” (deny, defend and depose). El misterio alcanzaba otra dimensión con ramificaciones más profundas que podrían estar vinculadas a las denuncias de las que son objeto las compañías privadas de cobertura médica en Estados Unidos, un país sin una red de sanidad pública cuyos costos médicos son cada vez más astronómicos. Más allá del enigma que rodea este crimen y cuya clave está en el sujeto que apretó el gatillo fríamente, salen a relucir nuevamente las quejas de tantos ciudadanos que no sólo se enfrentan a facturas obscenas de hospitales, pruebas y tratamientos, sino a la imposibilidad de acceder a dichos procedimientos o medicinas específicas porque los seguros médicos acaban por denegar sus reclamaciones.

Volvamos a esas tres palabras, “negar”, “defender”, “descartar”. Resulta ser que en 2010 un profesor de la Universidad de Rutgers, J. M. Feinman, publicó un libro titulado Delay, Deny, Defend. Why Insurance Companies don´t pay claims and what you can do about it”. En su manual, este experto en Derecho orienta a los usuarios acerca de cómo defender sus intereses cuando las grandes aseguradoras deniegan tratamientos que pueden ser de vida o muerte para pacientes o no aprueban un reembolso. Después del atentado, el profesor Feinman no quiso hacer declaraciones, pero, inevitablemente, su libro ahora está en boca de todos.

¿Qué relación podrían guardar estas crípticas palabras con el entramado de las compañías de seguros médicos? Suelen ser los argumentos que estas empresas esgrimen a la hora de declinar ciertos servicios o medicamentos por ser costosos. Según un estudio realizado por un comité del Senado, las grandes aseguradoras –las cuales suelen tener lazos con Medicaid, el seguro médico federal que provee cobertura a personas de bajos recursos–, con frecuencia niegan las solicitudes que presentan los doctores para determinados procedimientos y tratamientos. En Estados Unidos aproximadamente 87 millones de personas están inscritas a Medicaid y tres cuartos de ellas reciben asistencia médica por medio de estas compañías privadas. Dicho estudio también halló que las autoridades estatales le dan poco seguimiento a estas reclamaciones que acaban por ser denegadas. Además, estas prácticas también afectan a personas mayores a las que, tras sufrir isquemias o caídas, las compañías de seguros les niegan los tratamientos necesarios para su recuperación y un gran número de reclamaciones no son aprobadas.

El dramático suceso, captado por cámaras de vigilancia, es digno de una película o una novela de suspense: un individuo encapuchado y con el rostro semi oculto se aproxima por la espalda a la víctima y le dispara con un silenciador antes de huir con relativa calma

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