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Umbral

La compleja situación Siria

Lo ocurrido en Siria, la súbita toma de Damasco por parte de los yihadistas al mando de Abu Mohamed al-Jolani “el rebanador de cuellos”, no se vio venir. En 10 años de lucha interna del largo mandato de Bachar al-Ássad, durante los que contó con aliados como Rusia (con una base militar en el país) e Irán; además de grupos armados como Hezbolá, debilitado por los ataques israelíes a territorio jordano, y los hutíes, rebeldes yemeníes “harapientos” que han puesto a la armada estadounidense a recular en el Mar Rojo, no parecía que una semana sería suficiente para terminar con seis décadas de un gobierno de fuerza y multiconfesional que, aunque debilitado por las sanciones estadounidenses de 2019, el terremoto que causó muertes y daños materiales, y, el cobro de impuestos que ahogó a la población, no mostraba signos de agonía.

La prensa internacional celebró la “liberación” de Siria y arreció el blanqueo de la imagen del líder yihadista, de quien no se puede leer su biografía sin que se encuentren las huellas que dejó a su paso por el Estado Islámico, considerado por Estados Unidos y todo occidente como un grupo terrorista, o las que estampó durante su militancia en Al Qaeda, responsable, de acuerdo a las versiones Washington, de los actos de terror perpetrados en territorio estadounidense el 11 de septiembre de 2001 que derrumbaron las Torres Gemelas y causaron daño al edificio del Pentágono. Tan afanados están los medios occidentales en limpiar la imagen de al-Jolani, que un canal de televisión francés fue capaz de comentar: “lleva la barba mejor recortada y se ha puesto un traje”. El mensaje sería: “ya hasta se va pareciendo a nosotros”. Con estos comentarios procuran borrar de la memoria de los propios galos que el nuevo jefe sirio, a decir de líderes políticos franceses, organizó atentados contra Francia y otros países occidentales, por lo que el gobierno de EE.UU. ofreció una recompensa por su captura.

De la sorpresa se desprenden una serie de interrogantes que por el momento no encuentran respuestas claras, pues se especula sobre el papel jugado por el ejército sirio, que, con más de 200 mil hombres, no ofreció resistencia a los yihadistas, sobre los aliados del régimen de al-Ássad que no reaccionaron y sobre la negociación “amigable” que se produjo entre los “rebeldes” y autoridades del gobierno depuesto. Sea lo que fuere, hay algo sobre lo que no parece haber duda: el uso del manual desestabilizador como herramienta de combate. Hay expertos que comienzan a afirmar que la escalada del conflicto en Siria tiene una relación con los golpes suaves perpetrados en Georgia y Rumanía, en donde los candidatos prorrusos ganaron las elecciones; y que esto, a su vez, tiene una conexión con la guerra en Ucrania. ¿El propósito? Crearle otros frentes a Vladímir Putin para obligarlo a dispersar sus fuerzas y llevarlo a una derrota total.

Lo que sí parece claro es que el derrocamiento de al-Ássad podría ser el fin de un conflicto y el inicio de muchos. La balcanización de Siria es una posibilidad que derivaría en la extensión del conflicto en la región, pues aquella maraña de intereses y alianzas extrañas, reviviría los viejos sueños de, por un lado, la creación de Gran Israel; y, por otro, la articulación de un país, califato o la Gran Arabia prometida por ingleses y franceses a kurdos y árabes que se les unieran en la lucha contra el imperio otomano; una promesa que no cumplieron y, en su defecto, sembraron la región de países (con fines coloniales, como en África) que no respondían a la realidad historia e identitaria de aquellos pueblos, causa primaria de estos conflictos.

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