OTEANDO
Banco de peces
Los bancos de peces o cardúmenes son conjuntos de peces que alcanzan a ocupar espacios kilométricos. Practican un desplazamiento caracterizado por la sincronía y una asociación activada a partir de la polaridad. Como resultado, tales bancos no se forman necesariamente de individuos de la misma especie, se agrupan a partir de ciertas semejanzas y afinidades que facilitan su inserción en la bandada. Con frecuencia, asociarse favorece la preservación de la integridad física de sus miembros, pues se ha determinado que ello dificulta el ataque de predadores merced, entre otras cosas, a la mencionada sincronía en el desplazamiento.
En nuestra política vernácula hay un fenómeno que me hace evocar recurrentemente la imagen de los bancos de peces. Se trata de la conducta que observan políticos, funcionarios del tercer o cuarto orden, y algunos empresarios, a la hora de participar en actos públicos a los que asisten el presidente, la vicepresidenta de la república o un ministro cualquiera. Aclaro que no se trata de un fenómeno que se verifique de manera específica en el caso de los políticos de hoy. Es un mal crónico que está en la médula de nuestro pueblo y que persiste en cada gobierno que ha tenido el país.
La primera escena del primer acto comienza con el pugilato entre los políticos jefecitos de la demarcación anfitriona, los representantes del empresariado y los de la sociedad civil por la ubicación estratégica del lugar o asiento que ocuparán en el acto: todos quieren una ubicación que le permita al funcionario mayor verle entre los presentes, y que este pueda detenerse y darle un “abrazo especial”, incluso. Pero lo causante de vergüenza ajena, lo que raya en el asco es ver cómo, esa especie de marabunta salvaje se desplaza en torno al funcionario invitado. Si a este se le ocurre, mientras se dirige caminando en un sentido equis, devolverse bruscamente en sentido inverso o variar su movimiento hacia un lado, será cuando veremos replicada la dinámica sincrónica de los bancos de peces.
Ninguno repara en lo repugnante que esto resulta para quienes observan su actitud genuflexa y mendicante, pero, sobre todo, oportunista. En tales jornadas por el reconocimiento dejan, sin advertirlo, el pudor y la honestidad, pues no es juego lo que persiguen, es lucrarse, arrebatar lo que debería llegarles a otros que más lo necesitan, y permanecer siempre arriba. Note usted que es un oficio, son los mismos personajes de siempre, que no tienen reparos en lucir abyectos con tal de cebarse con ventajas. Están ahí, y son nuestro rebajado “banco de peces”.