Familia y contracultura

La familia humana se encuentra en el centro ideológico de todas las visiones o cosmovisiones porque ofrece una síntesis de la fisonomía del ser humano. Se diría, sin por ello obviar las individualidades ni hacer muchas abstracciones o elucubraciones racionales, que cada familia encapsula una especie de microcosmos que explica o revela lo que están llamadas a ser todas las demás familias. Cada familia ofrece una lectura, un retrato de la realidad, pero también un manifiesto de su carta de ruta hacia el futuro.

Socialización

e intervención

La institución estatal moderna no ha querido dejar fuera de su alcance regulador a las familias. Es como si cierto celo, suspicacia o sospecha pesara sobre el porvenir de las familias a causa de su gran potencial educativo. La gran obra de la familia está más allá de la simple organización de la institución matrimonial, pues la fecundación la abre a un universo insospechado de posibilidades no solo de número (más miembros), sino también de recreación del orden, de construcción de sociedades más complejas que van más allá del mundo de las emociones y sentimientos afectivos de la propia familia.

La familia es el agente de socialización por antonomasia y nadie puede arrebatarle ese poder. Las familias expresan la grandeza o la decadencia de las sociedades a las que pertenecen, porque el mencionado poder puede estar potencializado y enriquecido por normativas o políticas públicas o, por el contrario, cierto tipo de control o ningún control pueden comprometer y hasta minar esa capacidad familiar.

La contracultura del

estado nación

Una intervención estatal nula o marcadamente “intencionada” ha querido revertir el estado natural de la familia buscando apropiarse de roles propiamente familiares. Hay concepciones políticas que incluso pretenden hacer del estado una especie de “padre” o del comunitarismo una especie de “madre”, de modo que los ciudadanos sean simplemente tutelados o gobernados a mando, a dictamen, lo cual aboca al falso paternalismo, consentidor o severo, que impide reconocer a los pueblos la mayoría de edad.

El matrimonio no puede seguir siendo para el estado una amenaza o una competencia. La institución familiar ofrece un potencial catalizador de las grandes habilidades sociales y emocionales que configuran y preparan a los individuos para vivir en sociedad y establecer relaciones interpersonales sanas y provechosas en un marco de responsabilidad social y de empatía que den cuenta de hombres y mujeres que son sujetos activos de sus vidas.

El ethos familiar

Puede decirse ampliamente y sin excesos que la familia es punto de partida y de mira desde el que se construye la sociedad, pero también desde el cual se problematizan las grandes deficiencias sociales, haciendo notar el camino por recorrer y las vías por reparar para seguir avanzando.

Pero, sobre todo, la familia es un sumario de los bienes que constituyen el núcleo vital de la existencia humana, esos valores gracias a los cuales el vivir humano adquiere sentido y trascendencia. La familia es fuente de cultura que nutre de significaciones nuestras relaciones primarias y complejas y abre horizontes para soñar un mundo diferente.

Familia y religión

La tradición judeocristiana comprende como centro de la configuración familiar un designio amoroso y creativo de Dios que quiso que la familia humana surgiera de la relación complementaria del hombre y la mujer, como expresión del ser mismo de Dios, que es relación, donación y provisión al otro en el amor y la entrega desinteresados.

El cristianismo pone el acento de la historia de salvación en la familia, lugar en el que Dios hizo nacer a su Hijo en la carne para expresar al mundo su abajamiento y comprensión de las vicisitudes humanas, pero también su elevación y redención. El amor puede redimir las propias carencias, llevando a los hombres y mujeres a la superación constante y a la búsqueda de la felicidad a través del compromiso, el servicio y la caridad.

Es común a todas las religiones del mundo el liderazgo espiritual y central de los padres para transmitir la fe a sus hijos, enseñarles a orar y a vivir valores como el perdón, la compasión, la sencillez, la obediencia, el respeto a los antepasados, la sujeción a las leyes, el compromiso del deber y la lealtad a la familia, a la patria, así como a reconocer la autoridad de quienes gobiernan.

La familia

es un don y una tarea

La familia es nuestro valor social y cultural más preciado. Es un don que no nos hemos dado del todo a nosotros mismos, pero es, a la vez, un proyecto, algo por seguir construyendo y promoviendo, una invitación a salir de los acomodos de la vida presente, porque la familia es cultura, una vivaz invitación a vivir de algún modo y con sentido.

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