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Balaguer truena ante bajo pestilente

Apenas era las 7:30 de la mañana cuando el general Rivas Zapata me comunicó que debíamos viajar a Puerto Plata para el acto de inauguración de un invernadero.

Pero ese día amaneció lloviendo mucho en la ciudad de Santo Domingo, lo que dificultaba que pudiéramos llegar a tiempo a Puerto Plata, porque la inauguración era a las 11 de la mañana. Se decidió que uno de los jóvenes de Protocolo viajara en el helicóptero con el presidente, ya que había un asiento disponible. En esa nave aérea viajarían en el presidente Balaguer, el general Pérez Bello, una secretaria, el secretario de Agricultura y el joven de protocolo.

El ministro agrícola era quizás la persona con mayor capacidad académica que había sido designada en toda la historia en esa posición, pues había llegado desde Estados Unidos graduado de dos de las más prestigiosas universidades.

Se fija la partida del helicóptero a las 10:00 am, pero proseguía la lluvia. Se partió con un ligero retraso hacia la novia del Atlántico.

El secretario estaba muy nervioso y había confesado que nunca había viajado en un helicóptero. Pero fue convencido de que eso no era nada, que no iba a sentir el viaje. Apenas levantamos vuelo se presentó una severa turbulencia cuando pasábamos por Villa Altagracia. Y sucedió lo inesperado.

El secretario se fue sintiendo mal. De un momento a otro sale un mal olor en el helicóptero. El mismo presidente Balaguer pregunta: ¿Y ese bajo? ¿Qué pasa? Nadie podía respirar. Hasta que se notó que el secretario había tenido una incontinencia por el susto que se había dado.

Se le tuvo que explicar a Balaguer lo que estaba sucediendo y él ordenó que bajaran el helicóptero en el lugar más rápido posible: “No es por la turbulencia que vamos a morir, sino por el bajo”.

En la maniobra de descenso se decidió bajar en una planicie cercana a Bonao, por lo que de inmediato se comunicaron con el senador de la provincia, Salvador Gómez Gil, para que enviara sus vehículos donde aterrizaríamos.

Solo esperamos unos 10 minutos, cuando el eficiente senador se apareció con varios vehículos. Pero había un problema: el secretario. Se tuvo que buscar otro vehículo para llevarlo a bañarse y cambiarse y conseguirle un pantalón que le sirviera a su escuálida figura.

Mientras el resto nos dirigimos a Puerto Plata en los vehículos del senador. Se llegó después del mediodía, pero sin la presencia del ministro, el cual no volvió a aparecer.

Días de después de esta situación, escucho que se designa otro secretario. El ministro nunca más regresó a su oficina de la vergüenza y mucho menos visitó al presidente Balaguer. Incluso, se fue a vivir Estados Unidos desde ese momento hasta el día de hoy.

El país se perdió de la gestión de quizás un gran ministro. Y todo por una incontinencia.  

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