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Reflexiones de las Reformas

Hace casi dos siglos, un grupo de hombres y mujeres tuvieron la audacia de fundar la Sociedad Patriótica La Trinitaria, inspirados en los principios cardinales de Dios, Patria y Libertad. La primera meta era la independencia de nuestra nación, ocupada desde 1822 por Haití, aunque sus ideales iban mucho más allá, rechazando igualmente la anexión a cualquier otra potencia y promoviendo a su vez los valores republicanos que inspiraron revoluciones como la americana y francesa.

Juan Pablo Duarte, ideólogo de este movimiento, sabía bien que no bastaba con derrotar el imperialismo externo, y es por ello que trabajo intensamente para cerrarle las puertas al autoritarismo local.

Como bien es sabido, la gesta independentista fue exitosa en 1844, pero el ideal trinitario tuvo que enfrentar a poderosos sectores movidos por el inmediatismo despótico y la inestabilidad destructiva. Durante los primeros 80 años de nuestra existencia como República, tuvimos 30 guerras civiles, promediando prácticamente una cada 3 años, así como 28 cambios constitucionales. La práctica totalidad de estos conflictos y modificaciones tuvieron un mismo hilo conector, el deseo de prolongar la vigencia política inmediata o posterior de quien ejercía el poder sin grandes límites.

Lo inmediatamente posterior a esta etapa también lo conocemos a fondo, una tiranía de tres décadas, golpe de Estado, una nueva guerra civil y su dolorosa polarización, además de la guerra fría. Todo esto pudo haber significado una República Dominicana natimuerta, condenada al fracaso sin siquiera tener la oportunidad de trabajar para el éxito. Pero fuimos bendecidos con liderazgos responsables, moderados y patrióticos que comprendieron su rol en ese momento clave, para legarnos una sociedad que rechaza los extremos.

No existen suficientes tributos para celebrar el aporte invaluable que hizo aquella tripleta de nuestra democracia nunca perfecta, pero si perfectible.

Recordando al poeta T.S Elliot, a quien cito: “Sólo comprendiendo el pasado es que podremos cambiar su significado”.

¿Cómo se hicieron las modificaciones económicas anteriormente? Se esperaba a crisis dolorosas como 1983, 1990, 2003 y el déficit de 2012 para luego entonces aplicarlas sin mucho diálogo, movidos por lo apremiante de la situación. Los gobiernos usaban su mayoría mecánica armada o recurrían a la implementación vía decreto, sin darle participación a la ciudadanía.

¿Cómo se hicieron las modificaciones políticas? Aún se mantiene latente el recuerdo lamentable de pretensiones de reformas y sus mecanismos coercitivos en el congreso, igualmente en su momento los intentos de mayorías construidas en el primer poder del estado con acciones no santas o las imposiciones, con apoyo policial ante el poder municipal.

La herencia compleja del pasado reciente que cuando se analiza así de manera resumida, puede llenar de cinismo hasta al más optimista, generando el fatalismo de que no hay forma de cambiar.

Sin embargo, ahora tal como en la post guerra nos tocó un liderato que sabía cuál era su llamado histórico, en este momento que vivimos muchas transiciones a la vez, nos ha tocado un presidente como Luis Abinader que sabe que no se trata de él, que se trata de la patria que ha jurado defender.

Teniendo hoy el PRM las más grandes mayorías legislativas propias que hemos conocido, 90 por ciento del Senado y 78 por ciento de la Cámara de Diputados y una aceptación popular que ronda los dos tercios de la población, en vez de aplicar una ventaja mecánica, apuesta al consenso. Sin necesidad de una pedrada, de una goma quemada, ni una bomba lacrimógena o del triste desorden social, llamó al diálogo para que la reforma constitucional sea no la de un partido, sino la del país.

El Presidente Abinader, hombre joven con futuro político, reformó la constitución para ponerle fin al continuismo que llenaba de incertidumbre al país cada cuatro años, que no sabía si las reglas se aplicaban, jugando con la Constitución a su antojo, no así al reeleccionismo, que es una herramienta legítima y se consigna con una única segunda aspiración consecutiva como en muchas democracias. Más de uno ha ironizado que el presidente con esta reforma que además eliminó la discrecionalidad para la designación del Procurador General, se convierte en un gobernante débil. Nada más falso, dicha ación muestra una fortaleza excepcional que ha usado para derrotar las tentaciones del poder sin límites, tal como lo pensó Duarte.

Las instituciones perduran más allá y por encima de las personas, pero solo con hombres y mujeres responsables podemos crear esa República realmente libre, próspera y segura, como la soñaron nuestros libertadores y que todos merecemos.

Un gobierno abierto, conciliador y reformador, acompañado de una oposición constructiva, leal y con vocación, aportan a una democracia que más que formalismos, genere resultados. Esa es la consigna indispensable ahora y reconociéndolo, podemos lograr que, en 2044, cuando se cumpla el bicentenario de nuestra liberación, nuestros fundadores trinitarios vean un país independiente, democrático, institucional y ante todo, sin injusticias. 

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