Nerón y los impuestos

Unos XX siglos antes de que el presidente Joaquín Balaguer promulgara el Código Tributario, ley Núm. 11-92, del 16 de mayo de 1992, y, de que el presidente Fernández dictara—6 años después, de esa fecha—el Reglamento correspondiente para aplicar esa misma pieza tributaria, el13 de abril de 1998, el emperador Nerón (37-68 d.C.) en un acto demagógico que pretendía sofocar el descontento de las masas, pensó un día en abolir todos los impuestos, como un regalo a los ciudadanos romanos.

Sobre esto último, nos refiere el Profesor de Felice, en su obra “Derecho de Gentes”, (1836), citando a su vez a Tácito, que: “El senado moderó su ardor, y después de haber alabado tan generoso designio, le advirtió al emperador que el imperio caería irremisiblemente si llegaran a quitarse sus cimientos y que este era el único medio de atender los gastos de un imperio tan basto”. Otras fuentes refieren que como una solución de transacción, Nerón aceptó que los impuestos indirectos se redujesen del 4.5 % al 2.5 %. Además, como una consecuencia de los abusos de los publicanos y cobradores de impuestos con licencia arrendada (Zaqueo, por ejemplo, el personaje del Evangelio de Lucas, era jefe de publicanos) Nerón estableció una serie de medidas para acabar con los mismos, castigando de manera severa los comportamientos deshonestos. Y, refiere Antonio Hita Albarracín, en su obra “Los impuestos en el Derecho Romano” (1995), que en el caso de que un publicano fuese encontrado culpable por el cobro abusivo de impuestos era obligado a devolver el doble de lo cobrado y, si se probaba de que lo había hecho en forma violenta y en provecho propio, debía pagar una indemnización equivalente al triple de lo expoliado.

Breno lanza su espada sobre la balanza. Detalle de una ilustración de Anton Hoffmann

Breno lanza su espada sobre la balanza. Detalle de una ilustración de Anton HoffmannFuente externa

Por otra parte, tras el devastador y voraz incendio que calcinó a Roma y que fue falsamente atribuido por Nerón a los cristianos, éste tuvo que subir los tributos para reconstruir la ciudad, elevando los impuestos a los ciudadanos ricos de todas las provincias del imperio; sobre todo, los “Tributum in capita”, teniendo por base imponible y aplicado por la estimación de la riqueza acumulada.

Los acontecimientos políticos e internacionales están directamente relacionados con los asuntos recaudatorios, basta ver en la leyes del presidente Héctor García Godoy, dictadas al amparo jurídico del Acta Institucional, de septiembre de 1965, días después de que las partes beligerantes suscribieran el Acta de Reconciliación Dominicana, que ponía fin a la Guerra de Abril de1965, como mediante la ley Núm. 61 de ese año, se liberalizaron los aranceles del arenque y el bacalao, en tanto estos productos importados, no perecederos y muy baratos en esos años, suplían como plato principal a los bastimentos populares en la cultura gastronómica dominicana. Igualmente, ya por otras causas, años después y por fluctuaciones de la divisas, fueron liberados el bacalao y el arenque del ITBIS, en noviembre de 2007, por razones del alza de precio de estos productos causados por el aumento del euro frente al dólar.

Dícese del emperador Julio César, que pese a sus dotes como genio militar, estadista, orador y escritor, estaba cargado de deudas, y era tenido además, por dispendioso de los recursos públicos, y pretendía que después de haber gastado en fastos, incurrir en todo tipo de excesos y reparticiones caprichosas que no frívolas, procedía entonces a cobrar por la fuerza mediante injustos tributos abusivos a los ciudadanos romanos y a los “peregrini”. Dando lugar a verdaderos abusos del derecho, en tanto el cobro de estas cargas ya habían perdido en su implementación y en el fondo, el sentido de lo justo y razonable. Actos que dieron lugar a no pocas protestas y execraciones que desestabilizaron el imperio.

En el mundo antiguo, era tenido muy en cuenta el criterio de las denominadas “Leyes Suntuarias”, aquellas que venían a prescribir leyes que ponían límite a los gastos no necesarios, porque arruinan las familias, y por vía de consecuencia empobrecen el estado, de donde no habría nada más importante para la felicidad del gobierno, que obligar a los gobernados a la economía, al ahorro y al trabajo.

Dice el ya citado Profesor de Felice: “… el lujo envenena a toda una nación, pues se habitúa a ver como necesarias las cosas más superfluas.” Sigue diciendo el autor citado, que: “Enrique IV para abolir el uso de oropeles y dorados, se los prohibió a todos sus súbditos, excepto a los cómicos y a las cortesanas: con lo que en breve nadie se atrevió a llevarlos.” “Para hacer más eficaces las leyes suntuarias, deben los príncipes y magistrados avergonzar con el ejemplo de su moderación a los que amen un gasto fastuoso…”

Tal y como refiere el padre José Luis Alemán, SJ, en su obra “Economía Política Dominicana”(2012), cuando hablando sobre la economía de la corrupción, expresa que: “Se necesitaría de una “moral” de “aspiración”… la dedicación a los pobres de la Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, los idearios y vidas de políticos excepcionales, más laicos como Martí o Juan Pablo Duarte; o, el insigne médico y servidor de origen uruguayo, Escipión Oliveira, que transitaba en esta ciudad primada en su carrito Lada, sin aire acondicionado, para auxiliar a sus enfermos del corazón.” Es decir, un nuevo orden moral impulsado por personalidades éticas que con su ejemplo arrastren para ser emulados por los demás. Sin perder de vista la realidad, que con buena malicia argüía Gandhi: “Que su voto de pobreza le salía muy caro a sus amigos ricos.”

Santo Tomás Moro, propone en su “Utopía”, que el uso del oro se reserve para fabricar los grilletes de los condenados y para los sanitarios.

El gran emperador Augusto, muy contrario a nuestra mentalidad posmoderna y líquida, propiciaba que todos los ciudadanos contrajeran el compromiso del matrimonio desde la juventud, con la finalidad, decía él, de que organizaran sus vidas y hacienda, evitando en la prodigalidad los gastos innecesarios que se oponen a la consolidación del patrimonio personal, y de esta forma, robustecer la familia. Jesús de Nazaret, tenía muy claro, en tiempos del emperador Tiberio César, que había una responsabilidad fiscal personal e ineludible, recuérdese que en adición a la famosa respuesta de Jesús a los fariseos acerca de si era lícito o no pagar los impuestos al César: “Dar a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”; pero, ya en otras circunstancias, referente al cobro del impuesto del Templo apreciado en dos dracmas (salario de dos días), le ordenó a Pedro: “Ve al mar, echa un anzuelo, y toma el primer pez que salga y cuando le abras la boca hallarás un siclo (salario de cuatro días) tómalo y paga por ti y por Mí.” Benjamín Franklin, llegó a decir, que este mundo solo habían dos cosas seguras “la muerte y los impuestos.”

Fui testigo en más de una ocasión que en la dinámica diaria de gobierno del presidente Balaguer, este recibía en las primeras horas de la noche, los agentes recaudadores: Director o Directora de Rentas Internas, Director de Impuesto Sobre la Renta, Director de Aduanas y a la Administradora de la Lotería Nacional, quienes le entregaban el corte de las recaudaciones fiscales de ese día; acto seguido, esa misma noche, el presidente recibía a los ingenieros que ejecutaban las grandes obras del gobierno para informar los avances de las mismas.

Definitivamente que esta práctica sencilla, pero radicalmente eficaz, le resultaba obligatoria en el esquema riguroso de un hombre que sentía aversión por los préstamos, ya que le era indispensable asegurar que solo se gastara lo que se recaudaba. ¡Tremenda vacuna para las emisiones monetarias sin respaldo!

Nerón

NerónFuente externa

Finalmente, si una bestia como Nerón, (hijo de Agripina), fue capaz de llegar a un acuerdo con los senadores del Imperio Romano, transando el monto de los impuestos, cómo no será posible, que en tiempo propicio, con mucho respeto, calma y prudencia nos sentemos todos los sectores representativos, encabezados por el Ejecutivo—aderezados con café y mucha agua—para conversar sobre esta necesidad tan grande e imperiosa, de que analizando nuestras deudas como nación, nos pongamos de acuerdo para redimirlas todas.

Para dejar de lado porfías y antagonismos, así como amargos recuerdos históricos, que nos hacen rememorar la intervención militar norteamericana de 1916-1924 y la poblada de 1984.

Por último, hacemos votos esperanzados, para que este impase sea salvado por el diálogo incesante, la buena fe de todos los dirigentes políticos… así como el encomiable trabajo de nuestras autoridades legítimas y el pueblo dominicano.