PUNTO DE MIRA
Todo se derrumbó
El fracaso en el intento de reforma fiscal deja varias enseñanzas para el sector político pero la principal es que el estilo autoritario no funciona en democracia.
El gobierno compró una reelección con la mayoría congresual como moña del regalo para imponer las reformas soñadas por presidente Luis Abinader, pero la acción les dejó el amargo sabor del fracaso.
La intención de los asesores del presidente Abinader era dejar las reformas como su legado, duraron cinco años macerando el principal plato que tocaría a todos los sectores, pero fallaron al ponerlo en la mesa porque no investigaron gustos ni alergias de los convidados.
Todo el mundo se extrañó la cantidad de platillos servidos juntos: reforma fiscal, reforma constitucional, reforma laboral, fundir instituciones del Estado para supuestamente eficientizarlas y para colmo sirvieron el postre Intrant con mermelada Gómez, como entrada.
Hubo un fallo en la apreciación de que la Fuerza del Pueblo se lanzaría con uñas y dientes, a defender el constitucional legado de Leonel Fernández, que la oposición iba a correr tras ese hueso mientras el gobierno pasaba la modificación fiscal resultando todo en un fracaso.
El presidente Abinader admitió que el pueblo rechazó de mala manera su intento de reforma fiscal, pero incurrió en el desliz de culpar a otros de no hacerlas mientras en las calles se mencionaba el nombre del supuesto próximo presidente de la República.
Su equipo estuvo cinco años preparando el proyecto y no obstante las investigaciones decirles que el pueblo estaba en contra siguieron adelante desestimando dos factores, el primero y más importante, que la FP no estaba total y radicalmente contra la reforma impositiva. El segundo factor era reajustar el gasto público como preparación al pueblo de lo que entrañaba esos cambios, porque qué y para qué se hacían.
El gobierno se gastó el dinero del pasado presupuesto en comprar la reelección como un artículo de lujo y ahora quizá tenga que recurrir a nuevos y mayores prestamos para solventar las deudas.
El presidente Abinader no debió usar de nuevo la más fuerte de las marchas del vehículo gubernamental que es la reversa un proceso que se hubiera evitando consensuando las fuerzas.
Otra vez se demuestra que el poder lo tiene el pueblo.
Este fracaso es mejor que dejarse llevar por la altanería y que hubiera provocando un baño de sangre. Abinader asumió la experiencia de Jorge Blanco, pero no hizo caso de Leonel Fernández quien le dijo cuál era el procedimiento que se requería.
El sábado en la noche las bocinas del gobierno que pudieron ser convocadas con pago extra fueron repartidas entre los medios manejables con la consigna de salvar la cara del presidente Abinader diciendo que suspender la aplicación de la reforma era una victoria. Hasta se dijo que con esa decisión había crecido un 10 por ciento en la estimación popular.