PARA NO REÍR

La gratitud de llegar bien

Damos tanto por sentado el llegar bien, que pasamos por alto agradecer cuando así es. Viajar sin accidentes, sin ser atropellados y sin la inseguridad de las calles. Tampoco nos pasa nada.

Hace ya varios días que fui en un viaje familiar fuera de la ciudad y nuestro retorno se demoró un par de horas por adversidades climáticas, así como un par de accidentes en la carretera.

Entre ver la intermitencia de los colores de las ambulancias, los curiosos parados en la vía y otros tanto con intenciones de ayudar, solo reflexioné en lo frágil que es lo cotidiano; estamos a solo un segundo de que nuestro rumbo pueda cambiar, por cualquier imprudencia, o si así lo quiso el destino.

Tras esto, agradecí al tiempo de pedir de que ninguno de esos accidentados sumados a la triste estadística de muertos en accidentes, éramos lo que abordábamos el autobús.

El punto de todo esto es que hacemos tantos planes futuros sin disfrutar o pensar el presente y agradecer los instantes que se nos permite en este espacio terrenal, que sin la más remota idea de cuando puede ser nuestro último día, igual tenemos fecha de vencimiento.

Hay que agradecer a la salida y a la entrada, estar presentes con nuestros familiares, darles muestras de afecto y, sobre todo, vivir los buenos instantes que podamos . Nunca sabremos si esa es la última vez, o el último abrazo en que queda eclipsado nuestra vida.

Bien dicen, el que sale es el que hace el viaje. Y que viaje.

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