Política Internacional
El pianista que se enfrentó a Putin
Para Vladimir Putin no hay enemigo pequeño. Es capaz de mandar a matar en el extranjero a disidentes con agentes químicos y eliminar en el presidio político al opositor más prominente de Rusia, Alexei Navalni. Pero para el gobernante ruso no es suficiente quitarse de en medio a los activistas relevantes en el panorama internacional. Tampoco tiene piedad con artistas poco conocidos, pero talentosos que se atreven a alzar la voz contra sus crímenes. Hay que ser muy valiente, hasta rozar el quijotismo suicida, para manifestarse en contra de sus atropellos y la invasión a Ucrania que lanzó en 2022.
Esa es precisamente la historia del pianista ruso Pavel Kushnir: fue un niño prodigio que desde muy temprana edad exhibía dotes excepcionales para la música. Con un padre y una madre con carreras musicales, su educación se centró en sus aptitudes para el piano. A los 17 años interpretó los 24 preludios y fugas de Shostakovich. El joven Kushnir, que fue admitido en el prestigioso conservatorio Chaikovski, en Moscú, compaginaba su pasión por la música con la de escritor. Era, según dicen los que lo conocieron, tímido, bohemio y también comprometido con causas políticas en tiempos muy peligrosos bajo el mandato de Putin.
Desde que el Kremlin comenzó la ofensiva contra Ucrania, el pianista se opuso a la injerencia rusa y lo hizo distribuyendo panfletos y publicando en su canal de YouTube, bajo el nombre de Agente Mulder por el personaje de la popular serie Expediente X, unos pocos vídeos en los que denunciaba los crímenes de lesa humanidad cometidos por el ejército ruso en el país invadido. Le sacudió particularmente la masacre de Bucha, en las afueras de Kiev, y así lo manifestó en ese canal al que sólo se habían suscrito 5 personas. Además de sus proclamas contra la guerra, hay vídeos de sus conciertos de piano. El músico mezclaba las piezas clásicas con su activismo político. No comprendía quedarse de brazos cruzados frente al despotismo de Putin.
Pavel Kushnir murió el pasado 28 de julio en una cárcel en la remota región de Siberia. Según la información oficial, pereció a consecuencia de una huelga de hambre en presidio. Las pocas personas que consiguieron verlo en los últimos días de su vida afirman que era un “esqueleto” viviente. Al parecer, la policía política lo arrestó por esos vídeos con muy escaso público. Lo acusaron de actos subversivos que “incitaban” al “terrorismo”. En realidad, Kushnir sólo era un pianista comprometido con la verdad frente a las mentiras del Kremlin. A su cremación asistieron once personas, de las cuales llamó la atención la ausencia de su madre (su padre había fallecido), quien se opuso a que le hicieran una autopsia independiente. Irina Levina se limitó a decirle a la prensa que no consiguió convencer a su hijo de que se apartara del activismo y se lamentaba de que su muerte no haya “servido para nada”.
Seguramente la madre intentó por todos los medios resguardarlo de las represalias que el régimen de Putin ejerce sobre los opositores. Eso suelen hacer las madres cuando ven en peligro a su descendencia. Tal vez, con su hijo muerto, declara que su heroísmo fue inútil para salvar al resto de la familia. Para salvarse ella de la purga. Nunca sabremos si realmente cree que todo lo que hizo su hijo Pavel no tiene sentido, lo que nos lleva a una pregunta más general: ¿también fue fútil la lucha de Navalni y de tantos otros que han caído por la represión en la Rusia de Putin?
Digamos que es una disquisición inevitable en la lucha contra gobiernos opresores y que se extiende más allá de la actual situación en Rusia. De hecho, Kushnir murió el mismo día en que se celebraban elecciones presidenciales en la Venezuela de Nicolás Maduro, otro gobernante despótico que persigue, encarcela y mata a opositores. Cuando un puñado de personas velaba al pianista rebelde, en Venezuela el régimen perpetraba un auto golpe y lanzaba una cacería contra la oposición. Las organizaciones de derechos humanos en Rusia calculan que hay unos mil presos políticos por oponerse a la invasión en Ucrania. En Venezuela la cifra de presos políticos ronda los dos mil. No es casualidad que Putin y Maduro sean socios, amigos y cómplices.
Desde que Pavel Kushnir murió se han multiplicado las visitas a su canal de YouTube y los activistas de derechos humanos han resaltado la breve vida de un pianista que no se resignó al silencio. Maria Alyokhina, una de las integrantes del grupo punk Pussy Riot que hoy en día vive en el extranjero tras pasar por el gulag ruso, ha lamentado no haber leído las cartas que el músico le envió. Las leyó tras conocer su muerte. La lucha contra las tiranías nunca es en vano. Quizás Irina Levina llegue a comprenderlo algún día.