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Rabia: Un enemigo silencioso que podemos detener

En las noches más oscuras, los antiguos pobladores de diversas culturas hablaban de un misterioso perro negro que vagaba por los caminos solitarios. Decían que su mirada brillaba como brasas y que su mordida traía consigo la locura y la muerte. Aquellos que se atrevían a cruzarse en su camino no vivían mucho tiempo para contarlo, pues enfermaban con fiebre, alucinaciones, espasmos... y en poco tiempo, perdían la razón. Lo que en realidad perseguía a los viajeros no era un perro del inframundo, sino la manifestación de una enfermedad mucho más terrestre: la rabia.

El 28 de septiembre, el Día Mundial contra la Rabia, nos invita a recordar que, aunque ya no temamos leyendas, esta enfermedad aún acecha en las sombras. Según la Organización Panamericana de la Salud, este día tiene como objetivo la prevención y concienciación sobre la rabia, una zoonosis, es decir, una enfermedad transmitida de animales a seres humanos.

La rabia es una enfermedad viral que afecta el cerebro y la médula espinal, y una vez que los síntomas aparecen, resulta progresivo y fatal. El virus se transmite a través de la saliva de animales infectados, generalmente por medios de mordeduras. Cualquier animal de sangre caliente, como perros, gatos, murciélagos e incluso animales salvajes, puede ser portador del virus.

De acuerdo a los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la rabia causa la muerte de aproximadamente 59,000 personas cada año, principalmente en Así y África, donde la enfermedad sigue siendo endémica y el acceso a la atención médica es limitado. Otro dato alarmante es que más del 40% de las víctimas de mordeduras por animales rabiosos son niños menores de 15 años, debido a su mayor proximidad a animales domésticos y callejeros.

La República Dominicana, a pesar de los esfuerzos gubernamentales, sigue siendo positiva al virus de la rabia. Este virus afecta a todos los animales de sangre caliente por lo que puede ser transmitido por cualquier mamífero pequeño o grande, desde una rata o hurón, que por cierto son reservorios de esta enfermedad, hasta una vaca. Sin embargo, el perro es el transmisor más frecuente en nuestra isla, esto debido a su cercanía con los humanos.

Este virus es fácil de prevenir con las vacunas anuales, pero muy difícil de curar una vez transmitido, por lo que si una persona es mordida por cualquier animal debe asistir lo antes posible a un centro de salud para ser inmunizado ya que esta enfermedad puede no tener síntomas en meses, pero cuando comienza a manifestarse suele ser muy tarde para el paciente humanos, mientras que en caninos los síntomas son rápidos y la muerte llega entre los 7 a 10 días.

Sin embargo, el tratamiento post-exposición (PEP) es altamente efectivo si se aplica de inmediato después de la mordedura, el problema es que personas en zonas rurales no tiene acceso a PEP a tiempo, lo que provoca un alto número de muertes.

Es importante destacar que es una enfermedad que se asocia a pobreza y abandono, sobre todo de las zonas cañeras donde vive la mangosta, la cual una de sus características es la agresividad una vez contagiada, lo que le atrae a acercarse a las casas de las personas y pueden atacar a los seres humanos o mascotas que vivan allí, así con una serie de eventos desafortunados que pueden terminar con la vida importante de seres queridos.

Prevenir es la medicina del presente y tener conocimiento sobre esta enfermedad nos da poder sobre ella.

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