Un programa educativo sinigual
La Carta Encíclica del Papa Francisco, Laudato si’, puede calificarse como un programa educativo, dado el vínculo que establece entre ecología y educación. En efecto, los números 25 y 215, respectivamente, establecen dos principios muy claros: “todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo”, “la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza”.
Incluso, la Encíclica propone tres grandes ejes educativos fundamentales: la “cultura ecológica”, la “ciudadanía ecológica activa” y “vida cristiana y comportamiento ecologista”. El inicio de un año escolar es una oportunidad estupenda para que se considere dicho tema y se elaboren unidades de clase para trabajar, no solo la “cultura ecológica”, sino también la “gramática ecológica”. Esto tiene mayor sentido, siendo nosotros caribeños.
Definitivamente, la profunda crisis ecológica constituye un “desafío educativo” (202) y el cambio ecosocial es un reto y una prioridad de la humanidad. En tal sentido dice el Papa: “lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar hacia una valiente revolución cultural” (n. 114). Además, denuncia que la educación ambiental que se está ofreciendo hasta ahora “se limita a informar y no logra desarrollar hábitos” (211), es una crítica con fundamento. La familia y la escuela han de promover el cuidado de la “casa común”, basados en la “austeridad responsable” y en el “cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente” (214). La cultura ecologista que propone la Encíclica es integral y consiste en una peculiar forma de ver y de estar en el mundo.
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