El edificio de los pueblos no se levanta como un campamento militar, le recordaba José Martí a Máximo Gómez. Un país es su gente, y la gente es ante todo una cultura: esa que nos enseña a ser sensibles, nos muestra el camino del pensamiento trascendente, y cómo hacernos convivencia y mejoramiento.

El cuidado de los pueblos suele ser el mismo que requiere una flor: sol, agua y mucha ternura. Pero República Dominicana es un lugar donde la cultura suele ser más eventos y ornamentos, que espiritualidad creativa individual y colectiva. Mero instrumento de comercio monetario, a la cultura ahora le llaman “economía naranja”.

La obra científica y literaria que legó Marcio Veloz no es cualquier patrimonio. Es la memoria de nuestro pueblo, el cual ha quedado sin memoria después de décadas de amnesia como política de Estado. Ahora que la sede del ministerio de Cultura llevará su nombre, esperamos que los poderes públicos utilicen su obra para reconstruir culturalmente un país que requiere más que nunca nacer de nuevo. Marcio es una buena ruta por dónde recomenzar.