SIN PAÑOS TIBIOS
El enemigo está adentro
A 18 días de instalado en su segundo periodo, el gobierno luce acorralado y a la defensiva. En función de la realidad post electoral y la correlación de fuerzas vigente en el Congreso para el periodo 2024-2028, el escenario debería ser diferente.
Sin embargo, hacen ruido los cuestionamientos generalizados a las ejecutorias de algunos de sus funcionarios; el intercambio de descalificaciones entre los responsables del sector eléctrico; la sensación de hartazgo que generan algunos ministros en la ciudadanía (potenciada por sus ratificaciones); y un largo etcétera que empieza a desenroscarse como una culebra sin fin, que apenas comienza a tomar vida.
Con una oposición dividida, derrotada, desmoralizada, sin expectativas a corto plazo de recomposición y sin propuestas convincentes a la vista, el gobierno juega solo en la cancha (y lo hará por mucho tiempo), pero, aún así, la bola se le cruza entre las piernas y le hace caer cada cierto tiempo.
El gran riesgo es la ausencia de contrapesos, su mayor enemigo no está afuera, está adentro; porque, en ausencia de una fuerza externa que le adverse y le haga oposición, funciona más como límite el sentido de prudencia que tiene el presidente, que el de comedimiento que le falta a algunos de sus colaboradores.
El peligro está adentro; en el manejo condescendiente y displicente de muchos funcionarios frente a las quejas ciudadanas, que pudieran convertirse en un hábito; en la apatía con que se escuchan (y se atienden) las críticas vertidas en torno a la prestación –y calidad– de servicios públicos; en la intolerancia (o indiferencia) que algunos muestran frente a las críticas… y hasta las sugerencias.
Con los grandes problemas de siempre sin solución a la vista, y con una reforma fiscal –impostergable– bajando “dura y curvera”, vale más ser empáticos que engreídos; y suma más reconocer los problemas y retos vigentes, que minimizarlos; o, peor aún, asumir –urbit et orbi– que se están tomando las decisiones adecuadas cuando, en los hechos, las consecuencias de esas decisiones algunas veces demuestran que no.
Sin contrapesos, sin oposición, y aún con la resaca de la borrachera electoral, muchos funcionarios corren el riesgo de creerse infalibles; de asumir que determinadas prácticas intrínsecamente ineficientes en realidad no lo son, porque los votos demostraron otra cosa; de realmente creerse el cuento de la superioridad moral; de no sentirse obligados a buscar la excelencia en el servicio público porque se asume que ya lo son… y así.
El mayor desafío de Abinader en este segundo cuatrienio será el de controlar al rebaño, y, más que evitar que el lobo entre al corral, evitar que las ovejas se devoren entre sí. El presidente deberá, como todo buen pastor, no sólo marcar el paso, sino hacer que todos le sigan; de lo contrario, no sólo corren el riesgo de perderse, sino de extraviar la manada. El camino hacia 2028 luce largo, pero cada pequeño paso cuenta.