Fuiste faunal de una especie neotropical en extinción. Habitaste en todas partes hasta que un día, creatio ex nihilo, floreciste, muy cerca de las montañas, en una planicie insular. Viniste en la montura mágica del corcel alado que reside en la meseta de Navarrete.

Llegaste escoltado por los espíritus del chamanismo de Arauca y de inmediato, como si tu génesis existiera articulada a la República, te trocaste en un ciudadano de la democracia para, desde tu plateado pedestal de tribuno, ejercer el oficio y la dignidad de servir.

Hubo en ti fuerza de voluntad y firmeza para contener a los enemigos de la República, a aquellos qué, en los tiempos de tu carnación, carecieron de sentimientos patrios.

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