Fuiste faunal de una especie neotropical en extinción. Habitaste en todas partes hasta que un día, creatio ex nihilo, floreciste, muy cerca de las montañas, en una planicie insular. Viniste en la montura mágica del corcel alado que reside en la meseta de Navarrete.

Llegaste escoltado por los espíritus del chamanismo de Arauca y de inmediato, como si tu génesis existiera articulada a la República, te trocaste en un ciudadano de la democracia para, desde tu plateado pedestal de tribuno, ejercer el oficio y la dignidad de servir.

Hubo en ti fuerza de voluntad y firmeza para contener a los enemigos de la República, a aquellos qué, en los tiempos de tu carnación, carecieron de sentimientos patrios.

Venciste no solo a los traidores también al enemigo foráneo, a los doctrinarios de Monroe, a los que desde otros litorales, con su señorío de águila imperial se acostumbraron a apalear los signos sagrados de la autodeterminación y soberanía de los pueblos del mundo.

Sin embargo, sin que ellos lo supieran, apenas sin advertirlo, te convertiste en muralla, lienzo y baluarte de la dominicanidad. Hoy, que ya has recuperado tu forma, que ya no eres carne sino constelación, te escribo desde mi galaxia terrenal no solo para recordar con alegría tu nacimiento, primero de septiembre, sino para decirte que el enemigo que ayer enfrentaste, el mismo de las dos caras, el traidor y el foráneo, como si fueran las efigies del Dios Jano, recobró su perfil.

Apareció con similar fisonomía. Es el mismo que aborrece la democracia y abjura del territorio. Solo que ahora vino decidido a ocupar el territorio, a destruir nuestras cuencas de los ríos, a desvalijar como lluvia inmisericorde nuestros recurso naturales y hacer de la honestidad una vulgar mercancía.

Lo que aún esos antipatriotas no saben es que tu ejemplo nacionalista, y tú acendrado amor a la patria, perdura en la germinación de tus rasgos mendelianos. No saben que fuiste la reencarnación del heroísmos y de las epopeyas independentistas, y que tu sangre venerable, como la de Duarte, corre por las venas de miles y miles de hogares dominicanos, hijos de tu patria, dispuestos a defender con su abolengo el paradigma de Duarte y la abnegación nacionalista de Joaquín Balaguer.

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