La derecha continental ha buscado siempre estigmatizar los procesos levantados históricamente por la izquierda.

No pudieron con la idea de solidaridad, y el neoliberalismo hizo del individualismo una doctrina que convirtió el egoísmo en virtud. No pudieron con la idea de igualdad entre los seres humanos, y naturalizaron las desigualdades, atribuyéndolas a supuestos méritos personales de las personas. El antiimperialismo es otra de esas ideas declarada expirada por aquel risible Manual del perfecto idiota latinoamericano.

El imperialismo ya no actúa con portaviones: sus ideas, hoy hegemónicas, dividen el mundo entre los que van a Rocky Balboa y los que van a Iván Drago, generando poderosísimas matrices de opinión, que terminan consumiendo la gente, incluyendo muchas en condiciones de vulnerabilidad.

Mientras se buscan aclaraciones legítimas a la crisis post-electoral venezolana, Rocky se pone de moda, y muchos aprovechan la crisis para pasarle juicio al ideal socialista que siempre adversaron. Otros se montan en esa ola procurando retornos de los púlpitos del poder conservador, de los cuales esperan la bendición.