Venezuela: autodeterminación, democracia y falso socialismo

Los acontecimientos en torno a las recién celebradas elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela y las reacciones ante los resultados —no verificables según los observadores internacionales— comunicados por el Consejo Nacional Electoral (CNV) han elevado la crispación política en esa nación.

Los argumentos de la oposición, de los actores nacionales vinculantes a la gestión y de los internacionales relacionados con la vigilancia democrática regional son fuente informativa ideal para entender y dimensionar el futuro que fragua en la patria grande de Bolívar, en cuyo modelado podrían incidir dos conductas: a) la del fanático parcializado hacia cualquiera de los bandos enfrentados, amante de su verborrear y b) la racional que procura el entendimiento informado.

Cuando este viacrucis venezolano iniciaba, evocamos la historia latinoamericana y caribeña. Hasta aquí llegaron y se desataron las guerras imperiales entre las viejas monarquías europeas de España, Inglaterra, Francia y los Países bajos, adquiriendo carácter político, militar y comercial, afectándonos de igual modo, de lo cual debimos aprender.

Escuchar las declaraciones de los centros de poder nos informa, sin sorpresa o novedad, que Venezuela cayó en las férulas de intereses geopolíticos foráneos. Que sus líderes políticos han erosionado el punto de equilibrio y el interés nacional común que les posibilitaría un arreglo interno capaz de minimizar la injerencia externa en su nación, económicamente desmembrada por los “socialistas”.

De la heroicidad bolivariana Venezuela cayó al pozo trágico. De un candidato presidencial que blande la iconografía stalinista no se puede esperar más que pretensiones trasnochadas de recurrir a la fuerza desmedida para mantenerse en el poder. Ambición con probabilidades reducidas en estos días por el rigor, extensión y vigencia del ideal de Estado como organización social que emana del acuerdo colectivo. La democracia, entonces, es la vía de constituir el Poder legítimo. Ignorar sus discursos y rituales es auto clausurarse las puertas del futuro político y la legitimidad. Que los pueblos no están obligados a sufrir gobernantes que no quieren, que les son indeseados, es generalizada premisa.

Unas formalidades básicas, entonces, han de observarse y cumplirse para constituir válidamente los poderes del Estado. Y junto a estas, el sufragio refrenda unos objetivos de compromiso entre gobernantes y gobernados.

Es falso el socialismo que empobrece y reprime. También quienes bajo supuestos doctrinarios socialistas “justifican” dictaduras unipersonales. La premisa socialista básica no es erradicar la propiedad privada, aunque la sea del comunismo. El socialismo propugna “la satisfacción creciente de las necesidades del pueblo”. Bajo este principio, preguntamos: ¿Tal meta ha guiado el obrar de los “socialistas” venezolanos? ¿Lo han logrado? ¿Vive mejor su pueblo que en el pasado?

En su prólogo a la última edición de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” de Carlos que Federico Engels escribió en vida, expresó que Marx y él debían un “mentís” al movimiento socialista: Lo que procede —advirtió, partiendo de las experiencias europeas— es la revolución pequeñoburguesa. Planteó liberar las fuerzas productivas desde esta clase. China lo entendió, sin pregonarlo. Que el trabajo produce plusvalía, igualmente. En Venezuela, ¿pueden la pequeña burguesía y los trabajadores producir riquezas, prosperando?