SIN PAÑOS TIBIOS
La Abinaderología
La carga se acoteja en el camino y a veces queda mejor que si la hubieran hecho. El novato Abinader que se juramentó como presidente hace cuatro años no es el curtido veterano en que se ha convertido al término de su primer gobierno. Las circunstancias iniciales fueron duras, y las que le siguieron no fueron menos, pero lejos de arredrarse o dejarse arrastrar por las circunstancias, supo lidiar con la pandemia; crisis del transporte y encarecimiento de fletes marítimos; inflación planetaria y, de remate, la guerra de Ucrania.
En el plano político la metamorfosis fue total. De ser primus inter pares, en cuatro años logró la primacía en el partido, convirtiéndose en único líder; al punto de darse el lujo de establecer las pautas para la sucesión presidencial de 2028 –que no la sustitución del liderazgo partidario– o lo que es lo mismo, la necesidad vital de garantizar su legado.
Si en los lejanos Doce Años la “Balaguerología” se constituyó en una ciencia fundamental para poder decodificar los mensajes sutiles que transmitía “el doctor” en sus acciones, inacciones, muecas, movimientos de hombros, cuello o extremidades; y ni hablar de la “chembita” o el inefable “chuipi”. Balaguer supo articular un corpus comunicativo no verbal que dio trabajo y réditos a quienes supieron traducir qué dijo el presidente cuando dijo tal cosa y qué quiso decir cuando dijo otra.
Como cada presidente tiene su librito –su manera de decir las cosas–, ahora, en su turno al bate, Abinader usa el suyo, y, mientras lo hace, desconcierta a propios y extraños. Hoy el presidente juega al tiempo y siembra ansiedad entre sus funcionarios, que no saben si recoger o no; mientras que unos buscan decretos para nuevas posiciones, otros procuran reconfirmaciones de sus cargos o remociones hacia otros. Pocos pueden darse por satisfechos, pues siempre se quiere más aunque no se merezca, o algunas veces se obtiene menos de lo que se aspira, y toca entonces respirar hondo, no sólo porque las cábalas del poder indican que “a un presidente no se le dice que no”, sino porque las copas son pocas y las bocas son muchas.
A 17 días de la juramentación para su segundo periodo, la configuración del futuro gabinete y el despliegue de posiciones en el organigrama del Estado es “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”, cuya única solución la tiene Abinader en un lugar que sólo él conoce: su cabeza.
La incertidumbre carcome los nervios de muchos, a la par que consagra a Luis como Gran Dador, y ya nadie podrá olvidar en estos cuatro años que la fuente del poder es sólo una, doblegando así a todos mientras los escuece en el caldo de sus ambiciones, domesticando las ambiciones extemporáneas que podrían lesionar el desempeño exitoso de su segunda gestión.
En definitiva, la Abinaderología será la ciencia de moda en estos cuatro años… y quién sabe si más.