para no reír

¡Qué descaro!

Hace un par de columnas escribí sobre el enfriamiento del corazón de muchos, por haberse multiplicado la maldad cosa que, a la fecha, continúa igual o peor. 

Me trasladaba en el Metro, y en una de sus paradas, ingresó una señora solicitando ayuda para el pasaje y continuar movilizándose, luego de que abandonara el transporte masivo.

De acuerdo a la señora, se quedaría en la conexión con el teleférico, en la estación Eduardo Brito, la misma estación en la que yo también abandonaría el metro para abordar el metro cable.

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