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INTERNACIONAL

J. D. Vance, en el camino de Damasco

Las religiones se cimentan en el dogma. Una cuestión de fe. Los partidos políticos tienen mucho de religión y si se quiere escalar en sus organigramas hay que desterrar los cuestionamientos. Eso se ha visto en la convención republicana, celebrada en Milwaukee, donde Donald Trump ha sido coronado en la carrera a la presidencia con el aura de una suerte de beatificación por la “intervención de Dios”, que lo habría salvado de una muerte segura en el intento de asesinato del que fue víctima en un mitin en Butler, Pensilvania.

Si hace ocho años el trumpismo chocaba con la resistencia del establishment republicano, en esta campaña del ex presidente por regresar a la Casa Blanca después de perder contra Joe Biden en 2020, ser un “Never Trumper” entra en la categoría de herejía en un cónclave en el que la mayoría (incluido Trump, quien en su discurso de aceptación relató que Dios estaba a su lado en el momento del trágico suceso en Butler) dio por hecho que la “providencia” lo protegió de la bala que le rozó una oreja. El espectáculo de las convenciones no se monta para analizar con profundidad los acontecimientos –aunque a esta hora la cúpula del Partido Demócrata sopesa seriamente el rumbo de su convención debido a la fragilidad de Biden–, sino para ungir al candidato elegido.

Si alguien en la convención republicana le iba a servir a Trump en su entronización definitiva, nadie mejor que un converso al trumpismo: un individuo que en su momento rechazó la doctrina y podía presentarse como un iluminado reciente. Así es como el senador por Ohio J.D. Vance acabó por ser el seleccionado por el ex mandatario para ser su compañero de fórmula en las elecciones en noviembre. Además de su juventud (39 años), posee una sólida formación académica (graduado de la facultad de Derecho de Yale) y tiene en su haber la experiencia militar como Marine, algo de lo que no puede presumir Trump, quien durante la Guerra de Vietnam se libró gracias a un informe médico por unos supuestos espolones en los pies. Asimismo, el bisoño senador (sólo lleva dos años en la cámara) cuenta con una biografía de superación personal, por las dificultades socioeconómicas de su entorno familiar, que atrae el voto de la clase trabajadora.

Pero Vance no siempre fue un fan de Trump. En 2016, cuando el partido republicano todavía no acababa de asimilar que el empresario tomaba las riendas y no las soltaría, este republicano ultraconservador en lo social y antiliberal en lo económico, no ocultaba su desconfianza sobre el presentador de The Apprentice. Ese año, escribe sobre él en el Washington Post, “ofrece eslóganes sobre grandeza con poca sustancia que los sostenga”. También en 2016 intercambia mensajes con un ex compañero de dormitorio en Yale en los que manifiesta su preocupación por el personaje: “Oscilo entre creer que Trump es un imbécil cínico como Nixon, lo que no sería tan malo (y hasta podría ser útil) o que es el Hitler de América”. Una valoración implacable sobre quien acabaría venciendo a Hillary Clinton en una de las campañas electorales más feroces que se recuerdan.

En su trayectoria hasta la convención republicana de 2024, Vance, como Pablo de Tarso antes de convertirse en un seguidor de Jesucristo, ha recorrido mucho antes de rendirse al trumpismo. Digamos que su conversión no tiene los tintes de la mitología bíblica. Lo que detallan las hemerotecas es que, cuando en 2021 decide postularse como senador por Ohio, necesita la bendición de Trump, para entonces dueño y señor del Partido Republicano. En febrero de ese año tiene lugar en Mar-a-Lago una reunión en la que el empresario amonesta al joven político por sus comentarios en el pasado. Vance acepta el rapapolvo y comienza su andadura como divulgador del movimiento MAGA. Aquella reprimenda fue su “revelación”. Le tocaba cabalgar por el “imperio”, difundir la “buena nueva” trumpista. Quizá, ser el continuador en 2028 del credo populista.

 

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