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La libertad de expresión tiene límites

El 21 de julio pasado, Joseph Báez, presidente de la Comisión Nacional de Espectáculos Público y Radiofonía (CNEPR), fue destituido por haber otorgado el carnet de locutora a Amelia Alcántara.

En efecto, Amalia Alcántara, de “Fogaraté radio” un programa que se difunde por YouTube en el que, me parece, no se miden las consecuencias del desenfado con que los que animan esa emisión actúan como si la CNEPR no existiera. El funcionario destituido, Joseph Báez, no reparó tampoco hasta dónde podía llegar.

Todo parece indicar, como expresó el laureado actor y dramaturgo Giovanni Cruz al asumir de manera interina la presidencia de la CNEPR que hay que “¡tomar el toro por los cuernos!” o que, con énfasis menos autoritario, sería “vamos a adecentar el nivel de lengua de las emisiones de radio y televisión incluida YouTube u otra plataforma de la red”.

Desde los albores de siglo, la Internet se ha convertido en el tormento de regímenes totalitarios y de otros supuestamente “democráticos” porque no logran coartar la libertad de expresión, pues, con sólo cambiar de VPN, el censor no puede ubicar los subversivos.

La Comisión que controla cuanto se dice en actos públicos no es más que una de las tantas máscaras de la censura; Joseph Báez, a pesar de sus 4 años en el cargo, olvidó que tenía límites. Esos límites tampoco los ha visto el nuevo presidente interino que, estoy seguro, sabe que todo escritor, poeta o dramaturgo es susceptible de ser objeto de censura; igualmente sabe que la “libre expresión” no precisa la palabra de nuestra lengua que es “vulgar”, “mala”, “obscena” o “disonante”.

La CNEPR se hizo célebre durante los “doce años de Balaguer” (1966-1978), censurando películas juzgadas “subversivas”: “La batalla de Argel”, “Z”, “Estado de sitio”, entre otras, y, por inmoral, “El último tango en París”; igualmente se le prohibió a Peña Gómez, recordemos, hablar en “Tribuna democrática” el programa de su partido; doña Zaida Lobatón, célebre directora de la CNEPR tras la victoria de Antonio Guzmán (1978), censuró la polisemia del famoso merengue “Los limones”…

Ningún sistema político ha podido respetar cabalmente la libertad de expresión. La existencia de la CNEPR en la democracia dominicana es la mejor ilustración de que la censura existe. La democracia, como todo sistema político, tiene sus instrumentos para coartar, según los principios político-morales en vigor, la libertad de expresión.