La lección y su vigencia en el aula universitaria

La tradicional lección o clase magistral como método de enseñanza-aprendizaje es mucho más eficaz de lo que se le reconoce de un tiempo a esta parte, aun cuando sigue siendo la forma más utilizada por las universidades desde que fueron establecidas hace casi un milenio.

Dados los enormes avances científicos y tecnológicos, es evidente el papel de las universidades como productoras del conocimiento en el que dichos avances se sustentan, el cual es generado por sus investigadores e impartido por sus docentes usando primordialmente la lección o clase magistral como el instrumento fundamental de enseñanza.

Otras formas emergentes de enseñanza intermediadas por la tecnología, como las aplicaciones de Inteligencia Artificial, tampoco pareciera que desplazarán a la lección. Si acaso, tendremos tutores digitales generados por la IA dando la más que milenaria lección a sus estudiantes.

Ciertamente, la lección, a pesar de su longevidad, o tal vez precisamente por esta, tiene sus detractores: algunos señalan que los estudiantes retienen muy poco de lo que se enseña cuando se usa este método, pero no es un argumento válido, ya que el fin último de la enseñanza no es que los estudiantes memoricen, y menos ahora, donde nuestro celular da acceso universal e instantáneo a la información.

El fin último de la enseñanza-aprendizaje es que el estudiante adquiera el conocimiento y también la capacidad de aplicarlo correctamente. El conocimiento lo adquiere el estudiante principalmente de la lección, lo cimenta al estudiar, y la capacidad de aplicarlo la logra por acierto y error al ensayar su aplicación a problemas y situaciones hipotéticas o reales.

Por otra parte, es un error ver al “multitasking “como una cualidad positiva”, solo es una dispersión de esfuerzos, y un estrés innecesario. El verdadero superpoder es la capacidad de concentración sostenida y focalización profunda, que es el ingrediente principal de la eficacia de la lección, tanto para quien la imparte como para quien la recibe.

No todos se percatan que la auténtica docencia, cuya expresión más característica es la lección, suele estar signada por la pasión de enseñar no únicamente a los más capaces o inteligentes, sino a todas aquellas personas que tienen sed de aprender. En cierta forma, enseñar y aprender son exactamente lo mismo. El que enseña aprende enseñando y el que aprende también enseña al que le enseña. La otra cara de la moneda es que las personas que sienten indiferencia por aprender generan esa misma indiferencia en aquellas que hubieran querido enseñarles.

Por último, cabe destacar que es en la lección cuando cristalizan esos momentos memorables de la vida universitaria, algunos tan potentes que cambian para mejor la vida de las personas involucradas, sean docentes o estudiantes, para siempre.

Penosamente, hoy en día los docentes observamos con tristeza cómo algunos estudiantes desperdician la magnífica y singular oportunidad de aprovechar a plenitud la experiencia universitaria, por ejemplo, con una equivocada fijación en altas calificaciones, o buscando obtenerlas por medios poco éticos, evitando a toda costa el esfuerzo requerido, sin entender que en el orden trascendente de las cosas, una nota no es tan importante y que una credencial académica no sustentada en el conocimiento y capacidad para aplicarlo, difícilmente supera el filtro que impone la realidad profesional.

El autor es profesor e investigador de PUCMM