Reminiscencias
No eran versos, sino quejidos
En los años ´70 hubo un cambio apasionante de mi vida; abogado de litigación diaria, acostumbrado a las vicisitudes que aquello implica; éxitos y reveses inevitables que pasé en sus oscilaciones sin daño alguno, terminé por olvidarlos.
Ayudaba mucho la preparación deontológica como abogado en formación que recibiera. Se nos dijo: “Cíñanse a esta regla de oro en su conducta: pelear sus casos como propios, pero perderlos como ajenos.”
Se nos armaba a los guerreros de tribunas para conservar la integridad de la salud mental; es decir: “Todo el honor y el coraje en favor del interés que defiendan, pero tengan presente que en justicia hay que tener razón, saberla pedir y que otros lo reconozcan y acuerden. Las dos primeras, hacerlas con lealtad y entereza; ahora bien, si deniegan las solicitudes y aspiraciones, no es su obra, adviértanselo a sus clientes. A partir de ahí, alejen la obsesión de ganar-ganar y aprendan a perder sin que se turbe su amor propio, pues sus obligaciones sólo serán de proveer medios, nunca resultados.”
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