mirando por el retrovisor

Entre la línea de Pizarro y la tecla intocable

Francisco Pizarro inició la conquista del Imperio Inca en 1524 con 112 hombres, pero al llegar a la isla del Gallo, en el sur de Colombia, con dos años y medio de viajes en medio de calamidades, enfrentaba un ambiente de descontento y deserción.

El conquistador español, en una acción que definiría el destino de su expedición, traza una raya en la arena para que sus hombres decidieran si cruzar la línea y seguir en la travesía o retirarse. Sólo cruzaron la línea trece hombres denominados desde entonces "Trece de la Fama", o los "Trece caballeros de la isla del Gallo".

A partir de este episodio, trazar la “Línea de Pizarro” suele usarse para simbolizar un momento de definición ante una determinada circunstancia, para conminar a persistir o claudicar.

La expresión “no toques esa tecla” también suele utilizarse para advertir a alguien que se abstenga de revelar alguna información confidencial, comprometedora y hasta muy riesgosa.

Esa frase la popularizó en el país el presidente Joaquín Balaguer en medio de la campaña de 1994, al advertir a través de un periodista a Fernando Álvarez Bogaert que “Si toca esa tecla, se hunde”, ya que su ex compañero de partido había amenazado con revelar datos confidenciales de los gobiernos de “Los doce años” del político y escritor.

En ambos casos, cruzar la Línea de Pizarro o tocar esa tecla peligrosa se trata de decisiones que se presentan con mucha frecuencia en las relaciones de pareja, interpersonales y en el ejercicio de la política.

En las relaciones de pareja, por ejemplo, se puede cruzar la raya para apostar por una relación sana y duradera, sin tocar las teclas que la colocan al borde del despeñadero. Incluso, hasta después que se terminan para que sea en santa paz, especialmente cuando hay hijos de por medio.

Las relaciones vigentes y las que por diversas razones ya terminaron, viven actualmente en constante crisis porque el machismo le vende al hombre la idea de que es ley, batuta y constitución, y el feminismo a la mujer que su cónyuge es un rival. De ahí que no se aplaquen los feminicidios y esas demandas de mujeres despechadas con la mira puesta en la aniquilación moral sus ex parejas.

Con las recientes finales del baloncesto de la NBA, me encantó ver a Amelia Vega celebrar y emocionarse hasta las lágrimas por el logro de su esposo Al Horford.

Las crónicas reseñaron que ella es su principal fanática y la propia Amelia reveló que ese triunfo del jugador de baloncesto, convirtiéndose en el primer dominicano que alcanza un campeonato de la NBA, fue fruto de doblar con bastante frecuencia las rodillas.

Un hermoso ejemplo de apoyo mutuo entre Al y Amelia que los coloca como pareja incluso por encima de la hazaña deportiva, porque el triunfo de uno no debe verse como una derrota para la otra o algo que la empequeñece, y viceversa.

En cuanto a las relaciones interpersonales, con familiares, amigos y compañeros de trabajo se han quebrado hermosos nexos porque en lugar de dar pasos para fortalecerlos, se tocan teclas que los resquebrajan para siempre.

Pero en el plano político, también gobernantes y pueblos mantienen una especie de amores en que resulta imprescindible determinar cuándo cruzar la raya para fortalecer el vínculo y cuándo evitar tocar la tecla que lo deteriora irremisiblemente.

Con las ya tan cacareadas reformas constitucional y fiscal que se avecinan bien pudieran recordarse los ejemplos de amores rotos entre pueblos y jefes de Estado. Citaré dos casos en el plano nacional, Salvador Jorge Blanco (1982-1986) e Hipólito Mejía (2000-2004).

Jorge Blanco tuvo durante su campaña proselitista una avanzada electoral con la que enarboló la promesa de un gobierno de “manos limpias”, y su administración incluso inició con una avanzada presidencial que hasta se detenía en los semáforos.

Pero con las reformas impositivas aplicadas en su gobierno, a raíz de un acuerdo stand by con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mandatario perredeísta tocó una tecla que lo divorció definitivamente del pueblo y sepultó su carrera política.

Mejía, también en una administración del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), se enfrascó en una épica disputa con el empresario Ramón Báez Figueroa, a quien le advirtió “te cierro el banco”, en referencia al Banco Intercontinental (Baninter), y él le respondió "Y yo te tumbo". Ambos tocaron las teclas que debieron evitar y todos sabemos cómo terminó la historia.

Una reforma constitucional sin el debido consenso, y la fiscal solo para aplicar impuestos, sin enfatizar además en el control del gasto, que se conviertan en otro trago amargo para el pueblo, especialmente la tan vapuleada clase media, podrían derivar en uno de esos amores que terminan sin la más mínima oportunidad de reconciliación.

La línea que se cruce o la tecla que se toque con las reformas constitucional y fiscal afectarán sin dudas la actual relación pueblo-gobierno, con resultados que pudieran ser tan frustrantes como los anteriormente citados.

La cantante cubano-estadounidense, Gloria Estefan, lanzó en 1993 la exitosa producción discográfica “Mi tierra”, donde incluyó un tema musical titulado “Mi buen amor”, en el que hace alusión precisamente a las dicotomías que se presentan cuando “hay amores” que su llama sigue viva y otros que se esfuman con los años.

Pues como bien dice un estribillo de la canción “Hay amores que se siembran y florecen, y hay amores que terminan en sequía”. Esos amores que pueden ser rosas o espinas, amores inciertos que traen desengaños o de los buenos que nunca se olvidan.

Al final se trata de cruzar la raya de Pizarro para saborear la gloria o tocar esa tecla que puede llevar a lo más profundo del abismo.