Mis experiencias en la asesoría del Palacio Nacional
A finales del 1976 regresaba de Washington, donde había ido a realizar mi especialidad en política monetaria, estimulado por el amigo Héctor Valdez Albizu, quien ya la había realizado. Durante mi ausencia, se había producido un cambio en la gobernación del Banco Central, sustituyendo el ingeniero Fernando Periche al licenciado Diógenes Fernández, quien permaneció en dicho puesto durante 13 años, hoy duplicado esos años por el gobernador Héctor Valdez. Esos 39 años, que suman ambas gobernaciones, han sido los periodos de mayor estabilidad macroeconómica de que ha gozado el país durante los últimos 61 años, con la excepción de algunos muy cortos. Con la nueva gobernación, se había producido también, un cambio en la dirección del departamento de estudios económicos, donde había iniciado mis labores de 34 años de duración en dicha institución. Al regresar, traía conmigo un modelo monetario de demanda agregada inducida, que había sido aplicado en Taiwán, país similar al nuestro en aquel entonces, para aplicarlo en el país como modelo de mi proyecto de grado, y proyectar de esa forma las políticas adecuadas y sus objetivos monetarios.
Al presentarme al nuevo director, quien resultó ser un querido amigo reputado economista, le señalé que tomara en cuenta que venía con una especialidad y que aspiraba a una promoción, respondiéndome que lo sentía, pero que como éramos amigos, los demás funcionarios del departamento, iban a pensar que era por amiguismo.
En vista de esta respuesta, no me quedo otro camino, que solicitarle que pidiera mi traslado a otro departamento del banco. Resultó ser, que a las pocas semanas, el Asesor Económico del Poder Ejecutivo, Carlos Séliman, solicitó al BC que se le enviara para asistirlo un técnico económico, y de esa forma, me vi escogido y trasladado a esa Asesoría en el Palacio Nacional, siempre manteniendo mi posición en el BC, pagado mi sueldo por éste.
Esta decisión de traslado, me dio la oportunidad de ampliar mis conocimientos y prácticas macroeconómicas aplicadas a la economía real. Fueron vastos los temas tratados durante los 20 meses que duró mis labores realizadas en esa asesoría, experiencias, algunas de ellas que narraré a continuación.
Séliman estaba dotado de una inteligencia excepcional, era una computadora humana, extremadamente capaz y laborioso, y gozaba de la absoluta confianza del presidente Balaguer, quien aumentaba su dependencia en dicha asesoría, pues ya se iniciaban sus problemas visuales.
En una ocasión, se encontraba el presidente de codetel, monopolio telefónico de la cual una compañía americana era dueña, en el despacho del señor Séliman, negociando el nuevo valor fijado para las tarifas de teléfono, lo cual se realizaba cada dos anos, según señalaba el contrato entre el estado y dicha compañía. La fijación de la tarifa, tomaba en cuenta, la inflación, y un mínimo de rentabilidad para dicha empresa. Regía en el país un sistema híbrido económico, donde el Estado controlaba la producción y los precios de muchos de los bienes y servicios privados y públicos. De repente se escuchó un puñetazo en el escritorio, y la voz alterada de Séliman. Luego que se marchó el visitante más rápido que corriendo, nos explicó que el extranjero había golpeado con su puño su escritorio, faltándole el respeto a un funcionario del Estado, por lo cual lo expulsó de su despacho. Séliman era una persona muy enérgica. Al final se impuso la tarifa que determinó el gobierno.
Otra experiencia fue la revisión del contrato con la empresa minera Falconbridge, con el objetivo de lograr un nuevo contrato, buscando aumentar sus aportes de recursos al Estado. La concesión de la exploración y la explotación de la mina, habia sido otorgada a la empresa en el 1956, y había iniciado sus operaciones en el 1971, pero en los últimos años, el precio del níquel se había elevado bastante en el mercado mundial, y la empresa se quedaba con gran parte del ingreso adicional. Para la revisión de dicho contrato, se había nombrado una comisión ministerial y técnica, conformada por las secretarías de Finanzas e Industria y Comercio, el Banco Central y la Asesoría Económica. Por dichas entidades participábamos los técnicos, Ramón Alburquerque, ingeniero en mina, quien había regresado reciente de haber realizado su especialización, Romeo Llinás también ingeniero en el area de mineria, licenciado Vicente Bengoa, ingeniero Ramon Flores, economista Ramón Pérez Minaya, licenciado Julio Cross especializado en auditoría y quien escribe. Nos reuníamos en las tardes en los jardines del Club del BC, y duramos varios meses revisando los contratos, hasta que nos dimos por vencidos, ante la imposibilidad de poder desglosar decenas de contratos que se intercalaban unos con otros en sus relaciones con el Estado. La firma de una famosa oficina de abogados dominicanos, que elaboró los contratos, hizo un trabajo de filigrana. Era realmente un panal de abejas difícil de intervenir.
Tanta fue la frustración y el enojo del presidente Balaguer ante la imposibilidad de ver realizados sus deseos, que una de las primeras medidas que tomó al regresar a la presidencia en el 1986, fue el de capturar en el aeropuerto los lingotes de ferroniquel antes de su embarque al exterior, bajo el pretexto de que dichos lingotes iban a ser analizados, pues se sospechaba que contenían otros minerales que no habían sido objetos de negociación. Esta situación forzó a la empresa a negociar logrando el Estado recibir mayores aportes de recursos de la explotación.
Para las elecciones presidenciales del 1978, el presidente que comenzaba su campaña reeleccionista, necesitaba reducir la inflación y escogió una serie de productos básicos de la canasta familiar, con el fin de disminuir sus precios y lograr su objetivo. Como señalé, muchos de los precios eran administrados. Entre los bienes escogidos estaba la harina de trigo para fabricar el pan.
Hacía meses que el gobierno argentino le había ofrecido en donación al gobierno dominicano un embarque de semolina, y la administración de Molinos Dominicanos mantenía silencio para responder a tal ofrecimiento. Para conocer el porqué, me mandaron a conversar con dicha administración, y a recibir los estados financieros y de producción, con el fin de analizar hasta qué nivel de precios se podrían fijar dichas rebajas, a los diferentes tipos de harinas que fabricaba la empresa. El administrador de ese entonces era el general Salvador Lluberes Montás ( Chinino). Todas las reuniones con sus funcionarios estuvieron cargadas de tensiones y municiones, hasta que, ante el peligro desistí, y le supliqué a Séliman que me excluyera de esa peligrosa encomienda. La solución final aplicada por el presidente, fue emitir un decreto reduciéndo el precio de las harinas, sin el conocimiento de dicha empresa, ni tomando en consideración el impacto sobre su rentabilidad.
Luego de un tiempo, nos enteramos de que los almacenes estaban atiborrados de harina y compras internacionales comprometidas ya por varios años, habiéndose realizado esas compras a los precios más elevados alcanzados por los diferentes tipos de trigo en los mercados internacionales, en un momento en que estos se habían disparado hacia arriba y que ya se encontraban con precios más reducidos, cuando se recibió el ofrecimiento argentino. Las elevadas comisiones recibidas en esas compras eran las responsables de realizar estas operaciones a futuro. De ese susto no morí.
Otra interesante experiencia fueron con las negociaciones de contratos de exploraciones petroleras con varias empresas, entre las cuales se encontraba La Altagracia, del ingeniero Fortunato Canaán, pero eso será contado en otra oportunidad.
Unos meses antes de las elecciones del 1978, fuimos solicitado acudir al despacho del doctor Polibio Díaz, Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, quien me informó, que el Presidente Balaguer quería que yo sustituyera la candidatura a diputado del periodista Miguel Ángel Velásquez en la boleta del Partido Reformista. Yo le respondí que me diera unos días para pensarlo. Al cabo de un par de días le comuniqué al doctor Díaz que le agradecía al doctor Balaguer su inmerecido ofrecimiento, pero que yo estaba convencido, que mi vocación era ser economista y no político. Una de las razones que me condujo a esa conclusión definitiva, se debía a que se había expandido el rumor de que al candidato a la vicepresidencia de ese partido, unos militares lo habían amenazado a ser lanzado al vacío desde un helicóptero, para obligarlo a renunciar a la candidatura. Si ese peligro era a ese nivel, qué no sería con un diputado. Así logré escaparme de las patas de los caballos de la corrupción en este país.