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Desde mi pluma

Empieza contigo

Hace unos días estuve en una entidad bancaria realizando una transacción, una actividad sumamente rutinaria de la que pude aprender una valiosa lección.

Mientras estuve allí presencié cómo un ciudadano tomó un turno que no le correspondía de manera descarada y sin justificación, faltando al respeto al derecho y al tiempo de más de quince personas en fila para ser atendidos.

Los presentes se indignaron, por supuesto, y expresaron su molestia tanto al gerente como al equipo de seguridad de este espacio, acción que en lugar de invitar al individuo a la reflexión o a la disculpa, lo incitó a burlarse de la situación y a ponerse a la defensiva.

Confieso que mi primer pensamiento fue “esto pasa a cada rato”. Pero, realmente no pude evitar detenernos a analizar cuánto nos quejamos de la sociedad, de cómo los valores parecen ir en declive, sin mirarnos en un espejo y juzgar nuestro propio comportamiento.

¿Estoy siendo el ciudadano con el que me quiero topar en el banco, en el cine, en el parque, en el trabajo, en la acera de una calle? Esa pregunta es tarea de todos los días.

Puede que parezca un aporte minúsculo, pero lo cierto es que los cambios que necesitan producirse para llegar a esa aspiracional sociedad, empiezan desde dentro, con uno mismo.

Seamos esa persona con la que nos gustaría entablar amistad, la que quisieras como vecino o colega, con la que quisieras compartir conversación o simplemente coincidir. Y no olvidemos que nuestro proceder, sea bueno o malo, siempre afecta a las personas a nuestro alrededor. Tratemos de que ese hecho nos cause paz y orgullo, en lugar de tormento o vergüenza.