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El PLD y las 100 flores

Todo siempre es lo mismo, y por mucho que insistiera Heráclito, lo que fue volverá a ser; no porque lo hayan dicho hindúes, chinos o mayas, sino porque la historia está ahí, y se delecta en repetirse infinitamente, manteniendo los mismos argumentos y tan sólo cambiando personajes.

En lo que la psicohistoria se materializa y la inteligencia artificial alcance las cotas que sólo la superconputación cuántica podrá lograr, en los pliegues del pasado podemos vislumbrar los atisbos del futuro; de ahí que los episodios históricos –recientes y lejanos– nos permiten proyectar (¿o especular?) sobre lo inmediato, o al menos justificar comportamientos por venir.

Consciente de que su poder no estaba plenamente legitimado y consolidado desde adentro, y que los intelectuales comprometidos con el régimen derrotado en 1949 aún se le resistían, Mao Tse Tung invitó en 1956 a “Permitir que 100 flores florezcan y que 100 escuelas de pensamiento compitan…”, haciendo suya la iniciativa de Zhou Enlai que le permitiría, no sólo identificar –y listar– las voces críticas y disidentes que ingenuamente cayeron en la trampa cuidadosamente montada, sino también –llegado el tiempo– ajustar cuentas con ellas, mediante la destitución, prisión o eliminación física.

La campaña de las 100 flores reafirmó el poder de Mao hacia la sociedad, de la misma manera que en 1966 la Revolución Cultural le permitiría hacerlo a lo interno del partido.

Siete décadas después, con sus capacidades de consumado estratega cuestionadas y su liderazgo partidario desafiado por jóvenes que no estuvieron en los momentos en que había que jugársela, o por no tan jóvenes que a la hora de hacerlo no lo hicieron, Danilo Medina quizás pudo recordar esa anécdota –entre muchas otras del “Tío Goyo”– escuchada durante sus primeros años de formación política dentro del PACOREDO, cuando abrevó con fruición del néctar ideológico del maoísmo; esas historias que resumían unas prácticas y manejos del poder diseñadas e implementadas en el fragor de la lucha de clases y las tensiones partidarias, y que obedecían al fin último del poder, que no es más que lograr y mantener el poder.

El anuncio de Medina el pasado lunes 27 de mayo, de que no optaría por una repostulación a la presidencia del PLD, en el marco del proceso de reflexión y renovación que implica la realización de su X congreso –el próximo 30 de junio–, pudiera ser visto también –quizás– como una sagaz estrategia en la que, al decir “no voy”, procura en realidad saber quién quiere ir... y actuar en consecuencia, al más puro estilo Mao.

Para más señas, las señales están ahí: supuestamente más de 900 miembros del Comité Central (de 1,200) han firmado una carta en la que solicitan la ratificación de Danilo como presidente del PLD, y, a la fecha, hay tres aspirantes a secretario general… pero ninguno a la presidencia.

¿Señales? El próximo domingo se sabrá.