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El arte y la ciencia de la gestión

El talento o habilidad natural para las relaciones humanas es una cualidad indispensable, pero no suficiente para dirigir con éxito a otras personas, ya sea en una gran empresa, o el colmado de la esquina.

La gestión necesaria para alcanzar los objetivos de una organización es un arte, pero también una ciencia y no siempre las personas llamadas a asumir posiciones de liderazgo tienen la preparación necesaria en esta disciplina para asumirlas. Una persona que asume una responsabilidad directiva, aun habiendo sido previamente excelente profesional, pero careciendo del conocimiento de gestión, encontrará cuesta arriba cumplir con los objetivos y expectativas de la organización.

El conocimiento especializado en la ciencia de la gestión es tan crucial como el de un ingeniero para la construcción de un edificio, el de un médico para tratar una enfermedad o el de una abogada para defender a un cliente en un proceso judicial. Si nadie en su sano juicio confiaría un asunto importante a alguien sin la formación necesaria ¿Por qué algunas organizaciones confían puestos de dirección a personas sin al menos una capacitación básica en gestión?

La gestión, que consiste en lograr los objetivos organizacionales manejando personas y recursos, requiere de competencias específicas, tal y como ocurre con las profesiones de cualquier disciplina. En todas las organizaciones, y no solo en las empresariales, la gestión implica administrar recursos y liderar con visión y acierto, lo cual incluye no sólo habilidades blandas como el carisma, la empatía y la comunicación, sino competencias específicas basadas en la gestión como ciencia.

La gestión efectiva se sustenta de competencias claves, principios fundamentales y prácticas meticulosamente desarrolladas. Entre las más cruciales se encuentra la capacidad de toma de decisiones estratégicas, la habilidad para liderar equipos diversificados y la aptitud para la resolución de conflictos, todas fundamentales para la conducción exitosa de un equipo. Los principios de la gestión, como la alineación de los objetivos individuales con los corporativos y la transparencia en la comunicación, forman el esqueleto sobre el cual se construyen las relaciones y el progreso organizacional.

Además, prácticas probadas como la gestión del cambio y la innovación continua son imprescindibles en un entorno global competitivo y en constante evolución. Conocer y aplicar estos elementos es esencial, ya que aumenta la eficiencia y efectividad de las organizaciones y permite a las personas en posiciones directivas ejercer una gestión adecuada.

Pongamos un ejemplo específico: la ciencia de la gestión establece el principio de que no hay responsabilidad sin autoridad. Nadie que conozca este principio acepta una posición directiva sin ninguna o escasa autoridad para manejar su agenda, administrar su presupuesto o ejercer la autoridad formal para asignar responsabilidades a sus colaboradore(a)s.

La carencia de autonomía para tomar decisiones en su área de responsabilidad es la crónica anticipada de un fracaso. Otro ejemplo es el principio de unidad de comando, que establece que para ciertas situaciones críticas no es conveniente dividir la responsabilidad entre dos o más personas, ya que puede diluirla.

Probablemente, la mayoría de las personas aceptan posiciones de dirección con ilusión y deseos de contribuir, para luego ver frustradas sus aspiraciones pese a sus mejores esfuerzos, sin entender por qué. Es hora de reconocer que el ejercicio de posiciones directivas requiere de una preparación formativa previa, entendiendo que la capacidad para liderar y gestionar eficazmente no es innata, sino que se desarrolla a través del estudio y la práctica.

El autor es profesor e investigador de PUCMM