SIN PAÑOS TIBIOS
El peligro se mueve en dos ruedas
Al término de una campaña electoral anodina, vimos desplegadas algunas prácticas del pasado que se antojaban fuera de lugar y de tiempo. Y es que hacer “campaña sucia” ya no “vende”, pues la gente está más atenta en cómo un candidato trabajará para resolver sus problemas cotidianos, a que sí habla verdad o mentira; o si en su comportamiento se verifican actitudes o prácticas que el imaginario colectivo mayoritario asume como no apropiadas.
Así las cosas, al echarse la paloma corrió un video donde el presidente supuestamente llamaba “plagas” a los motoristas, cuando viendo su intervención en La Semanal se podía apreciar claramente que hablaba de “placas”. A pocos días del cierre de la campaña, la tentación era demasiado grande como para no caer en la manipulación y algunos candidatos opositores –de buena fe– fueron víctimas del engaño, y otros, –con toda la mala fe– trataron de pescar en río revuelto haciéndose los graciosos con un colectivo que representa más de tres millones de individuos –intentando pescar votos en río revuelto–, tratando de repetir el “efecto filete” que tanto daño causó a Hipólito Mejía al final de la campaña de 2012; sólo que esta vez no fue con la verdad, sino con la más burda mentira.
Con el río electoral de vuelta a su cauce original, más que como políticos, nuestros líderes ahora deben pensar como estadistas, y toca preguntar si, independientemente de si el presidente lo hubiera dicho o no –que no lo dijo–, de haberlo hecho ¿habría faltado a la verdad o se hubiera quedado corto?, ¿o acaso los motoristas no son un peligro público en dos ruedas?
El rigor obliga a no generalizar, así como que la mayoría de los motoristas respetan las señales de tráfico; pero los hechos están ahí, y lo cierto es que en los últimos meses, sencillamente los motoristas son los dueños de la calle y hacen –cada vez más– lo que les da la gana. Y es que en la República de la Impunidad Dominicana, el vehículo que transite por la calle debe detenerse frente a los semáforos cuando están en verde, no vaya a ser cosa que choque uno de los tantos motores que violarán la luz roja –los mismos que en su mayoría andarán sin cascos, licencia, seguro o matrícula–, para que no se le desgracie la vida.
Podía decodificarse en clave electoral la desidia, inoperancia e indiferencia de los agentes de la DIGESETT frente a las violaciones a la ley de tránsito por los motoristas, porque había almas que salvar… pero, pasadas las elecciones, ¿qué impide que se cumpla con la ley, que se imponga el orden?, ¿por qué se fomenta desde la autoridad el desafío cotidiano a su autoridad?, ¿por qué la DIGESETT estimula el caos, el desorden y la anarquía?
¿Acaso el presidente tendrá que ponerse en un semáforo a dirigir el tránsito, porque sus subalternos se niegan a hacerlo?