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Maduro y su “Lotería” para la reelección

Si las elecciones fueran libres y democráticas en Venezuela, no cabe duda de que Nicolás Maduro perdería en las urnas el próximo 28 de julio. Pero como no lo serán… todo cabe dentro de lo posible.

La lotería es un juego italiano que vino a América hace 255 años y durante dos siglos y medio ha formado parte de las tradiciones culturales en varios países de nuestra región. Hoy en día, en pleno siglo XXI, se puede ver que se utiliza el concepto de los famosos “cartones de lotería” para diseñar las boletas electorales, haciendo parecer que votar es una especie de juego de azar.

El próximo 25 de julio los venezolanos volverán a las urnas para elegir presidente y Nicolás Maduro, quien gobierna desde 2013, juega con sus propias reglas la “Lotería” en la que espera salir ganador y mantenerse en el poder, aunque es evidente que no cuenta con el apoyo y simpatía de la mayoría de la población de Venezuela.

El símbolo de esta “Lotería” –a lo Maduro– es el tarjetón que se utilizará como boleta de votación esa fecha, en el cual se incluye 13 veces el rostro del mandatario, en lo que parece ser un descarado afán de influir en los votantes para que emitan su sufragio a favor del candidato del chavismo… y de otras 12 corrientes políticas oficialistas.

Aunque Venezuela vive bajo una dictadura y Maduro controla todo –sistema de justicia, Congreso y demás instituciones, incluido el Consejo Nacional Electoral (CNE)–, el fracaso de su Gobierno en la economía y las limitaciones a las libertades ciudadanas le han hecho caer estrepitosamente en las encuestas, al extremo de que un triunfo sería increíble para propios y extraños.

Las acciones de Maduro muestran que no atraviesa por su mejor momento, al extremo que, al estilo de Ortega en Nicaragua, tuvo que limpiar bastante el camino y sacó a los candidatos con posibilidades serias de victoria, particularmente a María Corina Machado, inhabilitada cuando todo indicaba que podría triunfar con una avalancha de sufragios. Las encuestas le concedían hasta un 70% de intención de voto.

Machado asumió el liderazgo de la oposición y, aunque su rostro no aparece en el cartón de lotería, empieza a trasladarle ese liderazgo al nuevo candidato opositor Edmundo González, quien ya aventaja a Maduro en las encuestas con un 34.2% contra apenas el 11.2% que se inclina a favor de la reelección. Hay que recordar que la campaña electoral es bastante efímera en Venezuela, pues oficialmente principia el 4 de julio, pero ya las redes sociales arden con mensajes a favor del nuevo líder de la oposición, quien empieza a ser conocido a nivel masivo, introducido por la propia María Corina Machado.

En una democracia auténtica o en elecciones totalmente transparentes, es difícil pensar en un nuevo triunfo del chavismo. Como Venezuela ni es democracia, ni el chavismo juega limpio en los procesos electorales, pues podemos esperar que sucedan muchas cosas, casi todas encaminadas para allanar el camino de Maduro hacia su reelección, aunque sea manera impuesta y anómala.

Según cifras de organismos internacionales, 7,7 millones de venezolanos han salido del país desde el inicio del chavismo y 5 millones de ellos lo han hecho en los últimos cinco años. Este es un reflejo del fracaso del sistema impuesto y explica la razón por la que Maduro ha perdido popularidad, a pesar de controlar todas las instituciones y debilitar en extremo a la prensa independiente, prácticamente inexistente en este momento.

El desgastado discurso oficial de que todos los males económicos se deben al cerco internacional impuesto por Estados Unidos luce agotado y poco creíble. Más bien son las actitudes antidemocráticas del régimen lo que ha llevado a Venezuela a un aislamiento significativo a nivel internacional, aunque persiste el reconocimiento de gobiernos de izquierda en la región y fuera del continente.

El que fuera uno de los países más ricos de la región gracias al petróleo, se ha convertido en uno de los más pobres. En todos los índices que miden la democracia, Venezuela está también entre los dos o tres peores países de la región latinoamericana.

“Sin justicia no hay democracia” o “sin libertad no hay democracia”, son dos frases que aplican perfectamente en este caso. Los venezolanos, que durante la época de Hugo Chávez aplaudieron el cambio, se empezaron a dar cuenta pronto que entraban en un período de autoritarismo. Maduro no hizo más que seguir con las políticas de su antecesor y terminó de llevar al país hacia un precipicio.

Hoy, Venezuela es un país pobre, con bajos índices en salud, educación, seguridad y con una infraestructura cada vez más deteriorada, pues no se ha renovado, mucho menos crecido.

Falta ver las cartas de la “Lotería” que Maduro tendrá que jugar si quiere ganar. ¿La verdad? No hay ninguna que le podría dar un triunfo democrático, limpio y trascendental. Por eso estamos por ver más de lo que hemos visto: abuso, manipulación, injusticia, represión y, al final de cuentas, un descarado fraude. Es eso, o el respeto a la voluntad del pueblo venezolano, que tendrá la última palabra.

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