SIN PAÑOS TIBIOS
¿Votar o botar?
Los ojos de mi amigo indicaban su profundo cansancio. Sus pupilas apagadas y grandes ojeras eran muestra del agotamiento que él –y los que le acompañan– sufría en estos últimos días de campaña; los días en que hay que apretar el paso aunque salgan ampollas y se revienten los zapatos; porque hay almas que salvar y evangelio para predicar, y lo que falta es tiempo.
Al rato me llamó otro amigo y también lo encontré demacrado. De hecho, la única diferencia entre ese y el otro, era que uno estaba en la oposición y otro en el gobierno, pero en estos días, ambos estaban haciendo lo único que mejor sabían hacer: política.
Cerrada la campaña, pienso en ambos desde ópticas diferentes, pero también iguales. En las elecciones del domingo puede que haya un ganador definitivo o no, da igual. A los fines, lo que importa es el proceso, y, detrás del proceso, el subyacente que importa: la democracia. Porque más allá de quién gane o pierda, siempre ganará la democracia, si como pueblo acudimos a votar, a expresarnos, a hacer valer nuestros derechos, esos que fueron logrados tras siglos de luchas del pueblo contra el poder.
Parafraseando a Monterroso, cuando el ser humano despertó, la política estaba ahí… No necesitábamos a Aristóteles para saber que somos animales políticos, porque desde que nos desenvolvemos en colectividad, desde el preciso momento en que tenemos que ceder parte de nuestra libertad para poder vivir en sociedad, también aceptamos implícitamente que se necesita de alguien que administre el proyecto común que decidimos vivir junto a los demás.
Por eso, renegar de los políticos es un ejercicio estéril e irresponsable, porque la política siempre existirá; porque así como la naturaleza repele el vacío, así las sociedades necesitan una autoridad que las dirija y las encauce; y bajo ese supuesto podemos hablar de reyes, sumos sacerdotes, emperadores, jefes, dictadores, presidentes o primeros ministros, o lo que sea, pero alguien deberá ejercer el poder, nos guste o no.
Puestos a elegir, la democracia siempre será la mejor opción de entre todas las opciones disponibles, por lo que renegar de los políticos no es una posición ética correcta, a menos que al hacerlo se tenga conciencia de que cuando se cierra la puerta de la democracia representativa, se abre la puerta a formas autoritarias, arbitrarias y no electivas de gobierno.
Toca pues votar este domingo 19. Lo de qué casilla marcar es cuestión de cada quien. Algunos se deberán a su conciencia, otros a los compromisos, favores o lealtades pero, sin importar el grado de mercantilización de nuestra política, doy fe que quienes la ejercen, genuinamente los inspira el deseo de construir un mejor país.
Eso he visto en los ojos cansados de la mayoría de los políticos que conozco –de todos los partidos–, esos que han dejado la piel en esta campaña, que aspiran a representarnos dignamente y que cuentan con que los respaldemos con nuestro voto.
Que así sea.