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Enfoque

Fatalismo electoral

El mayor peligro que acecha a las democracias funcionales proviene de la actitud de sus propios ciudadanos. Si por diversas circunstancias la población se abstiene de ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes, la validez de los resultados electorales como representativos de la voluntad popular decae significativamente, en proporción con el porcentaje de abstención. Fue preocupante, por lo tanto, la elevada porción de la ciudadanía dominicana que no fue a votar en los pasados comicios municipales, hecho atribuido por los analistas políticos a desinterés, compra de cédulas y otros motivos.

Varias razones pueden provocar que los votantes no acudan a las urnas. El temor causado por la represión es una de las más deplorables. En nuestro caso, sin embargo, respecto de las elecciones de mayo, parece ser que existe un ambiente en el que predomina la percepción de que los resultados están ya claramente definidos para numerosas posiciones, lo que reduce la motivación para votar, especialmente en cuanto a los partidarios de los candidatos que se anticipa van a perder.

Esa actitud es nociva para la fortaleza de nuestro sistema democrático y debe ser, por ende, combatida. Es importante en ese sentido considerar que en comicios libres, los resultados electorales nunca están del todo predeterminados. Las encuestas, como ha sido demostrado en múltiples ocasiones, no siempre presentan un panorama completo de las preferencias de los votantes. Y la experiencia en muchas elecciones en todo el mundo ha sido que los resultados probables pueden variar drásticamente a último momento debido a factores imprevistos.

El fatalismo electoral corroe los fundamentos de las libertades ciudadanas y lesiona a los candidatos vislumbrados como seguros perdedores, cuyas oportunidades de ganar disminuyen por ese motivo. De ese modo, el propio fatalismo contribuye a que los pronósticos se cumplan.

Pero además de lesionar a los presuntos perdedores, el fatalismo perjudica hasta a los propios candidatos triunfantes, ya que, en el desempeño de sus funciones, les puede inducir a descartar puntos de vista diferentes a los suyos. Esto así porque obtener un porcentaje muy alto de los votos emitidos, aunque éste sea relativamente bajo en relación con el total de votantes potenciales, les puede crear la percepción de que sus planteamientos son compartidos por una proporción exagerada de los ciudadanos en su jurisdicción, superior a la que existe en la realidad. Si su comportamiento es guiado por esa percepción errada, la efectividad de su gestión no contará con el beneficio de incorporar los cursos de acción alternativos que hubieran provenido de consideraciones distintas.

A votar pues, por quienes entendamos son las mejores opciones.

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