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Umbral

La contracción económica actual y su ADN

Se sabe que la República Dominicana es la mayor economía de nuestra subregión ístmica/insular, y la séptima de toda Latinoamérica. Más de 50 años creciendo a un promedio de 6. 37% le ha colocado en esta envidiable posición que, sin embargo, no ha servido para eliminar la marginalidad económica que sufren aún una gran parte de los dominicanos, a pesar de que durante estos 10 lustros se fue forjando una pujante clase media que se ha desenvuelto en una dinámica de consumo que se corresponde con la de un país de ingreso medio-alto. La historia económica que registra el avance del país muestra una línea quebrada que, coincidencialmente, señala las fracturas en períodos de gobiernos específicos. La década de los setenta, durante los gobiernos represivos de Joaquín Balaguer, marcó el ritmo del crecimiento que nos da la media, pero la llegada al poder del PRD responsable de restablecer las libertades públicas interrumpió el ascenso de la economía. El desastre económico y la corrupción marcaron el cuatrienio del presidente Antonio Guzmán. Tan marcado estuvo que quien le sucedería, Salvador Jorge Blanco, basó su campaña presidencial en las consignas que apelaban a la “prosperidad, democracia económica” y “manos limpias”.

Sobre el gobierno de Guzmán, Frank Moya Pons, en su libro Manual de Historia Dominicana, nos cuenta que “para el 1981 era evidente que todo el sector público se encontraba al borde de la bancarrota.” Y al relatar el final de esta administración señala que “altos funcionarios… se aprovecharon de los últimos meses de su gestión para amasar fortuna” y que “en la comunidad financiera nacional era un secreto a voces las transferencias que se hacían a bancos radicados en Miami, Brasil, Nueva York, Suiza y Londres”. Estos escándalos de corrupción fueron documentados en una edición especial de Vanguardia del Pueblo, órgano PLD -liderado por Juan Bosch- denominado “El álbum de la corrupción”; una especie de dosier que revelaba lo que se mostraba como una septicemia en el aparato estatal.

Con Jorge Blanco continuó el desastre económico, al punto de provocar en 1984 el estallido social que Bosch definió como pobladas. El Gobierno decidió lanzar el ejército a las calles para reprimirlas y de acuerdo con Moya Pons “los militares mataron a más de 70 personas que protestaban contra las políticas económicas del gobierno”. La imagen del mandatario, que llegó al poder mostrando un haz de demócrata y honesto, se derrumbó, pues su represión, intolerancia endilgada por la oposición y el hecho de haber sido condenado por corrupción junto a algunos de sus funcionarios, dejó en el imaginario de la sociedad un retrato diferente al que vendió durante su campaña presidencial.

Balaguer alcanzó el poder en 1986 y comenzó a ajustar la economía, no sin algunos reveses. Entregó el poder a Leonel Fernández con un país “listo para el despegue”, como afirmó. La economía creció durante los gobiernos de Fernández a un promedio de 7%. Con la llegada al gobierno de Hipólito Mejía retornó el desastre económico y la corrupción. Se creó un millón de nuevos pobres, y al final de la gestión, la vicepresidenta Milagros Ortiz se disculpó con el pueblo dominicano por ser parte de tan mal gobierno. Pero Fernández reencauzó el país colocándolo en el liderazgo económico regional. Danilo Medina continuó por el sendero del crecimiento (6%) hasta la llegada de Luis Abinader que ha contraído la economía a un 1.9 y endeudado el país a casi el doble de todos los presidentes anteriores juntos. Un común denominador registra el ADN de los gobiernos de desastres económicos como los del PRM: bajo crecimiento, alta inflación e incremento de la pobreza.