enfoque
Sembrando la semilla de la lectura: El rol de las familias en el desarrollo lector infantil
Una de las preguntas más frecuentes que recibo de padres y madres es cómo pueden ayudar a sus hijos a aprender a leer. Esta interrogante, aunque bien intencionada e informada, a veces sugiere el deseo de acelerar el proceso de aprendizaje, incluso antes de que los niños estén preparados para ello. En ocasiones, me encuentro con situaciones como esta: “¿Crees que debería comprarle alfabetos y enseñarle las vocales a mi hijo? Tiene un año. Mientras más temprano, mejor, ¿no?”.
Estas cuestiones me llevan a reflexionar sobre qué implica exactamente “enseñar a leer” y cuál es el momento adecuado para comenzar. Por lo general, entendemos que enseñar a leer implica mostrar a los niños cómo dar sentido a un conjunto de símbolos visuales, las letras, para comprender su significado. Sin embargo, la lectura va más allá de la simple decodificación de letras; es el resultado de una serie de procesos mentales complejos que comienzan a desarrollarse desde el nacimiento, como los procesos lingüísticos, cognitivos y sociales.
Aunque estos procesos se consolidan, integran y perfeccionan en la escuela durante el aprendizaje de la lectura, sus bases se establecen mucho antes, en el hogar y en las interacciones diarias con los cuidadores. Por lo tanto, el papel de los padres en el desarrollo lector de sus hijos comienza desde el principio, aunque no necesariamente empiezan por la memorización de las vocales.
Las familias desempeñan un papel fundamental en la estimulación del lenguaje oral, una habilidad precursora crucial para la lectura. El objetivo principal de la lectura es comprender el lenguaje que comunica un texto escrito. Cuanto más arraigado esté este lenguaje antes de la escolarización, más fácil será aprender a leer.
Desde muy temprana edad, los bebés escuchan el lenguaje hablado por sus cuidadores. La cantidad y calidad de esta exposición al lenguaje oral influyen en su capacidad para reconocer sonidos en el habla, una habilidad que se integrará con los símbolos visuales o letras cuando aprendan a leer. Por lo tanto, es esencial que las familias creen un ambiente rico en lenguaje en el hogar. Esto implica hablar con los bebés de forma clara y pausada, narrarles lo que hacen y lo que ven a su alrededor, aunque estos no entiendan lo que se les dice.
Conforme los niños crecen, la vida familiar brinda oportunidades para aumentar la cantidad y calidad de las interacciones entre los miembros de la familia. Es decir, no basta con que los niños escuchen mucho, sino que también contesten mucho y puedan expresar libremente lo que sientan. Estas interacciones promueven la comprensión del lenguaje y el desarrollo del vocabulario, que serán luego integrados a los procesos complejos de comprensión lectora más allá de la decodificación.
El hogar proporciona un entorno propicio para fomentar la lectura, mediante la exposición a libros ilustrados, cuentos y materiales escritos apropiados para la edad de los niños. Además, la lectura en voz alta por parte de los adultos modela el acto de leer y puede influir positivamente en la futura fluidez lectora de los niños. Es importante destacar que el lenguaje escrito es más elaborado que el lenguaje oral, y escuchar este tipo de expresiones puede ayudar a los niños a comprender mejor las estructuras lingüísticas complejas que encontrarán más adelante, cuando aprendan a leer. Esto tendrá una fuerte influencia en la capacidad de comprensión lectora.
Si un niño pequeño muestra interés en leer, los padres pueden guiarlo en este proceso, explicándole cómo funciona el código de las letras. No obstante, el ambiente familiar no debe convertirse en un entorno académico y escolarizado. La familia tiene mucho más que ofrecer en términos de exposición a la lectura individual, preguntas de comprensión, motivación y tiempo de calidad, que a menudo es escaso durante las horas de clase.
Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y no todos estarán listos para aprender a leer al mismo tiempo. Presionar demasiado pronto podría generar frustración y desinterés, en lugar de fomentar el amor por la lectura. Es importante seguir el ritmo y los intereses de los niños y las niñas, brindándoles apoyo y oportunidades para explorar la lectura a su propio ritmo y de manera divertida, especialmente en el hogar, un lugar que, más que escolar, debe ser de encuentros y de contención.
Al crear ambientes ricos en lenguaje y fomentar una actitud positiva hacia la lectura desde una edad temprana, se sientan las bases sólidas para que los niños y las niñas desarrollen habilidades de lectura sólidas y duraderas a medida que crecen.