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Del paraíso al pandemónium: El surgimiento del dengue y sus alianzas mortales en las Américas

La globalización como concepto tuvo entre sus mejores representaciones el proceso de colonización del continente americano. En 1493, en el segundo viaje de Cristóbal Colón a los territorios de nuestra isla, encontró que los vestigios del primer asentamiento en La Isabela se encontraban en ruinas, los españoles habían muerto y los taínos eran víctimas de un brote de malaria y gripe. El mismo Colón en sus notas escribiría “toda mi gente fue a tierra a instalarse, y se dieron cuenta de que llovía muchísimo. Cayeron gravemente enfermos de fiebre terciaria”. Cabe destacar que en esa época la malaria era endémica en Europa.

Lo que el almirante describía era un paraíso perfecto para la relación entre los mosquitos y cualquier nuevo microorganismo. El trasiego posterior de poblaciones esclavas desde África a nuestra isla facilitaría la introducción de numerosas enfermedades tropicales.

Basado en la descripción clínica de casos, lo que hoy conocemos como fiebre del dengue se registró en 1780 y no precisamente en la isla de Santo Domingo, sino en Filadelfia. Posterior a ello, numerosos fueron los brotes registrados en las islas del Caribe, hasta que se mejoraron los sistemas sanitarios y con ellos los registros epidemiológicos. Lo que caracterizó estos brotes fueron las manifestaciones hemorrágicas, pero también de hinchazón de las articulaciones, artritis y sarpullidos muy similares a los observados en otros virus como chikungunya y mayaro. Esto sugiere que la introducción de estos junto con el dengue y probablemente otros se dio muy temprano al continente americano. Esto explica por qué en el 2014 la expansión de chikungunya no tuvo un impacto global. Lo mismo se podría decir del virus mayaro, que desde 2010, de acuerdo con numerosos estudios, ha estado circulando de manera autóctona en países como Venezuela y Brasil, y registrado en Haití. Este a menudo se confunde con el dengue, además de ser transmitido por el mismo Aedes.

Cambio climático y anomalías térmicas

En las últimas décadas la comunidad científica ha coincidido en que las fluctuaciones de temperatura y humedad han estado incidiendo en el incremento de casos de muchos de los flavivirus que se transmiten por vectores como los mosquitos, o arbovirus, del inglés arthropod-borne virus (ar-bo-virus). El virus del dengue se compone de más de 200 virus con capacidad de transmitirse a humanos.

La distribución del dengue y otros arbovirus ha ido cambiando con la expansión de las áreas de transmisión hacia zonas de mayor latitud y altitud. Parte del problema de la expansión del dengue se debe a las dificultades para controlar el vector y su capacidad para adaptarse al entorno construido. La urbanización incompleta, es decir, sin promover infraestructura y servicios adecuados para la ocupación de las ciudades (ej. Manejo de los desechos sólidos, agua potable, entre otros), también es un importante determinante socioambiental del dengue. La rápida propagación del Zika en países tropicales entre 2013 y 2016 demuestra la presencia del vector Aedes en varias partes del mundo, y la capacidad del virus para circular mediante infectados, facilitada por el transporte aéreo y terrestre.

La temperatura es un factor ambiental clave que regula la infestación de mosquitos y, por tanto, la transmisión del dengue. La reproducción del mosquito Aedes es viable entre 18 °C y 33 °C, y el rango óptimo para mantener la transmisión de arbovirus es 21 °C -30 °C, patrón que ocurre en la mayor parte de la República Dominicana en todo el año. El aumento de las temperaturas en invierno en zonas antes consideradas templadas ahora facilita la mantener el ciclo de reproducción del vector y permitir la sostenibilidad de la transmisión de enfermedades durante todo el año y, con ello, una carga viral comunitaria circulante norte-sur, y viceversa. Este cambio de patrón puede ocurrir en otras regiones del mundo, como el sur de Europa, América del Norte y el noreste de Asia, entre otras. Los modelos predictivos de futuros brotes deben incorporar nuevos indicadores climatológicos, como el valor máximo anual de la temperatura mínima diaria, el valor mínimo anual de la temperatura máxima diaria y la variabilidad de la temperatura diaria, junto a los parámetros biológicos que regulan el ciclo intrínseco y extrínseco del virus y la velocidad de reproducción del mosquito Aedes. Además, debemos considerar que las temperaturas por encima de lo normal influyen en el comportamiento humano y pueden favorecer la exposición al vector en lugares abiertos, aunada a las pobres condiciones sanitarias, manejo ambiental de desechos y nuestra inverosímil relación con el medioambiente.

Si a finales del siglo XV experimentamos el inicio de la globalización de los gérmenes, nuestra generación vive en el siglo de la globalización de las epidemias y pandemias, quid hic fit,- lo que es allí es aquí-.

El autor es experto en enfermedades tropicales y virus emergentes

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