SIN PAÑOS TIBIOS
A Amnistía Internacional sólo le faltó la correa
Siempre serán bienvenidas las críticas, porque nos señalan nuestras falencias sociales y nos conminan a mejorarlas. Por eso es saludable el trabajo que hacen muchas ONGs, porque ponen el dedo en la llaga, porque contribuyen a mejorar la sociedad, porque suman. Ahora bien, ninguna sigla –por más poderosa que sea– puede convertirse en patente de corso para destruir la imagen de un pueblo, para mentir, para proyectar en él las culpas y faltas ajenas, vulnerar su marco constitucional o pisotear su soberanía.
La “Carta Abierta” que Amnistía Internacional dirigió ayer a las autoridades dominicanas, lejos de ser un documento que señale aspectos mejorables dentro de los procedimientos contemplados en el marco jurídico migratorio del Estado dominicano, es una reprimenda internacional cargada de falsedades e insultos, y se constituye en una “falacia de verdad a medias”, pues mezcla verdades innegables (casos aislados de abusos, vulneraciones de DDHH, expulsiones de personas vulnerables) con falsas acusaciones de prácticas racistas, que si pertenecen al pasado de los países del primer mundo, y no a nosotros.
Expuesto en su misiva el carácter vil del Estado dominicano, a cada acusación le endosa la indicación expresa de lo que ellos entienden que debemos hacer. Su objetivo inicial es contribuir a reforzar la idea de que somos un país racista, y para ello es necesario crear contenido creíble a nivel internacional que pueda ser replicado por otros actores conjurados en la trama contra nuestro país; y así lograr el clima de rechazo necesario en las sociedades del primer mundo que genere presión (sanción) política suficiente, para que los gobiernos de esos países nos exijan que carguemos única, exclusiva e inmediatamente con el problema haitiano (objetivo final).
En la carta de referencia, “discriminación racial” se repite diez veces; “perfilamiento racial” ocho; “racismo”, cuatro; “violencia racista”, tres; “exclusión racializada”, dos… por sólo citar algunas. Es evidente que la idea no es buscar la verdad, sino crearla. Decir que en República Dominicana hay un “racismo estructural”, es ignorancia, calumnia y falsedad. Hay expresiones racistas a nivel individual, si –como en todos los lugares–, pero no aportan una sola prueba de que el Estado dominicano tiene –institucionalmente–, políticas y prácticas racistas.
Lo que si tenemos es un marco constitucional que indica claramente quién es dominicano y quién no; un marco jurídico migratorio que determina quién puede estar en el país y quién no; un gobierno decidido a cumplirlo, y una sociedad que lo respalda.
Parecería que Amnistía, más que una ONG, pretende ser el gobierno dominicano; porque sólo así se entendería la insolencia de exigir puertas abiertas frente a un país colapsado por la violencia y el caos, o que otorguemos colectivamente el “estatus de refugio a las personas haitianas”.
Que sepan los señores de Amnistía Internacional y sus secuaces locales, que aquí hay un Estado que funciona y que su institucionalidad se respeta. Y que sepan también que los dominicanos no aceptaremos que nadie de fuera nos diga qué hacer en nuestro país… o se hunde la isla.