SIN PAÑOS TIBIOS
"De remate" estamos todos
La locura nos acercaba a los dioses –eso creían los antiguos–, aunque luego el cristianismo la decodificó en clave pecadora y fue vista como castigo divino. A los seres humanos se les da bien eso de condenar lo que no conocen y siempre fue más fácil rechazar, ocultar y encerrar a quienes padecían de algún problema, que enfrentar aquello para lo que no había explicación alguna.
Superadas las barreras del yo interior y desentrañados algunos misterios del cerebro, queda mucho por entender y aprender, pero ya sabemos que no hay “locos”, sino problemas de salud mental,los cuales se clasifican de diversas formas –según la escuela académica que los trate–; pero, sin importar el abordaje, son vistos desde una perspectiva de salud pública, y así son enfrentados.
Este siglo que comienza quizás definirá todo el milenio. No sólo hablamos de cambios en el paradigma tecnológico y productivo, sino del propio modelo económico que recompone el tablero geopolítico a una velocidad de vértigo. Los desafíos del cambio climático oscilan sobre nuestras cabezas como una espada de Damocles; el espectro del hambre, el caos o la guerra nuclear aún se mantienen vigentes a pesar de los discursos; porque lo único memorable de los últimos 70 años es que hemos vivido un período de paz global ininterrumpida, que ahora amenaza con romperse.
Si a esos agregamos el COVID, la guerra en Ucrania y una inflación planetaria que empobrece a toda una generación –al punto que será la primera en mucho tiempo que vivirá peor que sus padres–, las condiciones para vivir un cuadro de irritación, depresión y ansiedad generalizada están dadas.
Los expertos en salud mental coinciden en que hay un deterioro progresivo y global de la misma a nivel mundial. Las angustias existenciales de todos se reflejan en la forma en cómo abordamos los problemas y reaccionamos ante ellos. Hoy, más que nunca, debemos reforzar las capacidades de respuesta de nuestro sistema de salud para enfrentar este desafío.
En esa línea, el proyecto de ley sometido por el diputado Aníbal Díaz (PRM) el pasado 30 de enero, es pertinente y necesario, porque el Estado tiene que garantizar a la población disponibilidad de consultas con profesionales especializados, acceso a medicamentos adecuados y ampliar el catálogo básico de las ARS. De igual forma, a nivel de educación superior se deben dar mayores incentivos y facilidades para formar los psiquiatras que nos faltan (tenemos 260 profesionales –1 por cada 100,000 habitantes–, cuando la OMS sugiere un mínimo de 13 por 100,000), y hay que continuar fortaleciendo al Ministerio de Salud Pública, con más recursos y medios.
La lista de pendientes puede ser más larga, pero hay consenso en cuanto a la necesidad de trabajar en salud mental, e impulsar un marco jurídico garantista, porque sabemos también que una mejor sociedad se construye día a día con empatía, solidaridad, recursos y, sobre todo, protegiendo su salud mental.
Que la aprobación inmediata de este proyecto de ley sea tan sólo el primer paso.