La Batalla 30 de Marzo y su transcendencia histórica

Pensar que con la proclamación de la Independencia Nacional la noche memorable del 27 de febrero de 1844 todo se había consumado, y que a partir de ahí, por fin, el pueblo dominicano disfrutaría de su condición de país libre, soberano e independiente como lo concibió el patricio Juan Pablo Duarte, sería desconocer la realidad de todo lo que aquello implicaba.

A partir de entonces el gobierno haitiano iniciaría una serie de acciones bélicas encaminadas a ensombrecer el brillo de nuestro nuevo estatus, y en esa dirección no descansaría en su afán de volver a ocupar el territorio de esta parte de la isla que siempre “vieron” erróneamente como suyo; duras fueron las luchas que tuvo que librar el naciente Estado para consolidar lo que se había logrado luego de 22 años de ocupación.

Como es sabido, luego de la primera batalla librada 21 días después de proclamada la Independencia Nacional, la del 19 de marzo en Azua, se libraría nuestra segunda gran batalla; se trató pues de la batalla del 30 de marzo o batalla de Santiago de los Caballeros, escenificada en 1844, teniendo como comandante al insigne general José María Imbert, quien tuvo a su cargo una parte del ejército del norte que derrotó al también general Jean Luis Pierrot, el que al frente de tropas muy superiores numéricamente a las nuestras, había recibido las instrucciones precisas del presidente haitiano Charles Hérard de tomar esa parte del territorio.

Claro está, ante la inminencia del nuevo ataque de las huestes haitianas por esa parte del territorio, se hizo necesario organizar algunas acciones, dentro de las cuales se encontraba la de lograr algunos pertrechos militares, lo que obviamente requería de dinero; en esos preparativos jugaron un importante rol el patricio “Matías Ramón Mella y Pedro de Mena”, esfuerzos gracias a los cuales “se lograron donativos de muchas personas pudientes de Santo Domingo. En Santiago, personajes como Ángel Daniel, Juan Luis Bidó, Ramón Bidó y otros dominicanos también se unieron a la causa”.

Así las cosas, el escenario se fue preparando para resistir con determinación la nueva amenazada del ejército interventor y desde diferentes partes del país empezaron a llegar refuerzos, cual fue el caso del coronel Ramón Santana que se unió al mando de un contingente salido de Baní (provincia Peravia). A su vez el general Francisco Antonio Salcedo “avanzó hasta Talanquera y Escalante con el propósito de contener el avance militar haitiano hacia Santiago”, estableciendo Salcedo su cuartel general “en Escalante, cerca de Guayubín, Montecristi”, avanzando las tropas de Pierrot de manera rápida tomando a Dajabón el 23 de marzo.

Ante los acontecimientos que estaban por escenificarse en Santiago, el 27 de marzo de ese año la Junta de Gobierno llamaría al general José María Imbert, a la sazón comandante de operaciones en Santiago, con la gran encomienda de que organizara el contraataque a los haitianos; se trató nueva vez de un momento apremiante para la consolidación de nuestra Independencia Nacional.

El general Imbert, resuelto y armado del patriotismo que la ocasión demandaba “atrincheró la ciudad, construyó fosos y tomó precauciones importantes” que a la postre terminaron dando sus resultados, con el triunfo de las tropas dominicanas sobre las haitianas que no tuvieron más opción que retirarse ante las bajas importantes que logramos ocasionarles; claro está, contando el insigne general Imbert con la colaboración de otros como el comandante Achilles Michel.

Este comandante, quien “dirigió junto a otros compatriotas a los que adiestró en el dominio de las armas”, hicieron igualmente importantes aportes para lograr el triunfo ante aquella segunda prueba de fuego que nos tocaría librar. Desde los construidos fuertes “Dios, Patria y Libertad” en los que fueron vencidos los haitianos, jugaron un rol estelar los oficiales Pedro Eugenio Pelletier, Ángel Reyes, Ramón Franco Bidó, Gaspar Polanco Borbón, José Nicolás Gómez, Fernando Valerio, José M. López, Lorenzo Mieses, Dionisio Mieses, Toribio Ramírez, Marcos Trinidad López, entre otros”, cual fue el caso de la activista y militar Juana de la Merced Trinidad (Juana Saltitopa), de destacada participación y cuyo arrojo le hizo merecedora del apodo de “La Coronela”.

Pese a todos los esfuerzos y las embestidas feroces que desplegaron las tropas haitianas, con un ejército que, como se indica, muy superior numéricamente al nuestro, el que dicho sea de paso muchos de sus integrantes no eran soldados propiamente sino campesinos comprometidos con la causa de preservar y consolidar nuestra Independencia Nacional, que fueron adiestrados de manera improvisada pero que tenían la decisión espartana de echar del suelo nacional las huestes interventoras.

El 30 de marzo de 1844 los haitianos atacaron inmisericordemente, recibiendo la respuesta del general José María Imbert y del comandante Achilles Michel frente a la sabana de Santiago de los Caballeros. Pero no fue tarea fácil, pues el ejército haitiano, dispuesto a todo en pos de lograr sus propósitos, contraatacaron y nueva vez hubieron de ser “rechazados por la artillería dominicana y la fusilería de Fernando Valerio”.

Pero no todo había terminado, sabiéndose vencido el ejército haitiano “lanzó un ataque desesperado” y de igual manera fueron vencidos; fue así como el ejército de Jean-Louis Pierrot se vio obligado a retroceder, dándole la victoria al ejército dominicano liderado por José María Imbert”, quedando reafirmada nuestra Independencia Nacional.

De manera pues, que cada vez que el patriotismo dominicano ha sido requerido para defender la causa libertaria, los dominicanos nos hemos comportado a la altura de las circunstancias y hemos defendido con hidalguía nuestra soberanía, lo que en todo escenario y circunstancia sabemos será la respuesta, pues tuvo razón Emilio Prud’Homme cuando hizo figurar dentro de las letras de nuestro Himno Nacional el compromiso firme y sagrado de ser libre, dejando claro que Quisqueya “si fuere mil veces esclava, otras tantas ser libre sabrá”.

El autor es ocoeño y egresado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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