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POLÍTICA Y CULTURA

Jesús, siempre actual, fluyendo...

(Escribí este texto hace siete años, lo reescribo parcialmente modificado para la conmemoración de esta Semana Santa, las ideas no han perdido vigencia en veinte siglos, irradian una luz como de cielo y mar sobre el alma afligida.)

Siempre sentí una callada admiración por el personaje de la pasión de Cristo, llamado José de Arimatea. Es una figura que aparece mencionada en los cuatro evangelios (Juan, Mateo, Marcos y Lucas). Es un ser datado históricamente. Oriundo de Arimatea, era considerado un hombre rico, de quien las escrituras indican que se dedicaba a explotaciones de plomo y estaño, de lo que infiere en términos sociológicos actuales, que era un empresario burgués, aunque es un pecado mortal hablar de burguesía en tiempos de Jesús, faltarían muchos siglos para que esta clase social hiciera su aparición en la historia sobre los restos del orden feudal y la expansión económica del mercantilismo y la revolución industrial. José de Arimatea era un rico de su tiempo, pero no era solamente rico, se necesitaba y se necesita ser algo más, era influyente político, destacado miembro del Sanedrín que representaba el poder político religioso de la época, era el gobierno de los judíos, la real fuerza legislativa, ejecutiva y poderosa cuya gravitación entre los judíos, era absoluta. Los dominadores romanos establecieron buenas relaciones formales con el Sanedrín, en los territorios ocupados, es decir, Roma reconocía su autoridad en materia de su pueblo, entre los judíos. Ser miembro del Sanedrín, suponía dentro del esquema esclavista y torturante del conquistador, un mediador entre el opresor y los oprimidos.

El Sanedrín ejercía funciones judiciales en procesos civiles y penales dentro de Judea. Había una relativa autonomía del Sanedrín en esos territorios ocupados por Roma. La decisión final de aplicar la pena de muerte estaba reservada al gobernador romano, pero por lo regular, en términos de ejecución de la misma, difícilmente el gobernador romano se contraponía a una decisión recomendada por el Sanedrín. La crucifixión de Jesús de Nazaret, una vez recomendada por el Sanedrín, resultaba difícil suspenderla incluso para el entonces gobernador Poncio Pilatos, por la razón de que, en las relaciones con los judíos, se evitaba conflicto con el Sanedrín, que era quien legitimaba el sometimiento. Por ello surgieron grupos y sectores al margen, proponiendo la violencia como única salida para lograr la libertad, como los “zelotas” de práctica terrorista. El concepto de la llegada inminente del Mesías, estuvo vinculada a un destino divino, o sea, que Dios enviaría a su salvador, el ungido por su voluntad celestial, para liberar al pueblo cautivo. Esas fueron las expectativas creadas en el contexto histórico y político en que nace Jesús de Nazaret. La saña con la cual fue perseguido y acosado Jesús por el Sanedrín y la turbamulta díscola y perversa, solamente puede entenderse, como propia de quienes vieron en él, a un trastornador del orden existente, invocando las ideas primarias de la religiosidad y siendo considerado como un usurpador de las profecías estatuidas en los códigos antiquísimos de los mandatos religiosos. La figura de Jesús no pierde actualidad, la liberación es esencialmente un acto de fe en la creación divina, sus palabras son ladrillos sobre cuya argamasa nacerá el hombre nuevo, figuración y concreción del verbo y del espíritu, eternidad floreciente del amor contra la violencia genocida de los bárbaros y malvados.

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