Las mujeres en la profesión médica

Más de un siglo ha transcurrido desde que Andrea Evangelina Rodríguez Perozo se convirtiera en la primera mujer en graduarse como doctora en Medicina en la República Dominicana en 1911. Hoy día en que las dos terceras partes de la población estudiantil en todas las escuelas de Medicina del país están representadas por mujeres, nos resulta increíble pensar que no siempre fue posible para la mujer participar de la noble profesión médica.

Históricamente este campo fue dominado por los hombres y a pesar de que a las mujeres se nos atribuyen cualidades como la sensibilidad, el cuidado por los otros y la empatía (tan necesarias en las profesiones de la salud entre muchas otras cualidades), hemos enfrentado una lucha constante por la educación, el reconocimiento y la igualdad de oportunidades.

En las civilizaciones antiguas, existen registros del ejercicio médico de las mujeres como curanderas, parteras y en el uso de hierbas con fines medicinales, pero con participación limitada y sin permiso para acceder a la educación formal en dicho campo. Más adelante en el tiempo, durante la Edad Media, el acceso a la formación y la práctica estuvo aún más restringido con el riesgo agregado de sufrir acusaciones de brujería con castigos que podían llegar hasta la muerte. En el Renacimiento algunas mujeres pudieron acceder a la formación médica, en su mayoría como aprendices de sus padres o de sus esposos médicos. De ahí en adelante y por mucho tiempo, la participación de la mujer estaría reservada al acompañamiento y al cuidado de los enfermos más que nada en el hogar, ya que la educación era exclusiva de los hombres. A partir del siglo 19 el desarrollo de la enfermería, gracias a las mujeres, sentó las bases de prácticas médicas que permitieron el posterior desarrollo de la medicina moderna. Desde ese momento y con mucho esfuerzo y venciendo muchas resistencias, poco a poco, algunas pioneras lograron ingresar en la profesión, destacando a Elizabeth Blackwell, la primera mujer que se graduó como médico en los Estados Unidos en 1849, y en cuyo honor se conmemora el día internacional de la mujer médico, quien trabajó de forma relevante en desarrollar la medicina preventiva, con la intención de enseñar a los pacientes normas de higiene que les permitieran vivir más saludablemente. En épocas más recientes, aunque gozando de apertura y posibilidades de participación en el sector salud, se motivaba a las mujeres a optar por áreas que fueran “apropiadas” para ellas, más que nada relacionadas con la atención de las madres y los infantes.

Hoy día, como ya dijimos, entre un 60 y 70% de la matrícula estudiantil en la carrera de Medicina pertenece a las mujeres, como probablemente suceda en otras carreras, lo que ha ido cambiando el panorama tradicional. Cada día es más frecuente ver mujeres en todas las ramas de la medicina, aún en especialidades catalogadas como “para hombres”, así como también una presencia cada vez mayor en la docencia médica y en la gerencia de salud. La dificultad actual radica en lograr encontrar el balance entre la vida y la profesión, evitar que la mujer se encuentre en la encrucijada de sacrificar su desarrollo personal por el profesional y viceversa, y en que puedan superarse los estereotipos que impiden aumentar su presencia en posiciones de liderazgo y de toma de decisiones.

No se trata de cumplir con cuotas, cosa que me parece odiosa y que encierra en sí misma un sesgo discriminatorio, se trata de que existan oportunidades para tantas mujeres que se preocupan y ocupan cada día por formarse para ser mejores profesionales y que en virtud de sus méritos alcanzados se les permita probar sus capacidades y ponerlas al servicio de los demás. Aunque no soy fanática de que exista un día de la mujer, lo aprovecho como excusa para reconocer y agradecer a todas las mujeres que ejercen con amor y dedicación esta profesión, de manera especial a aquellas que fueron mis maestras y que me sirvieron de ejemplo e inspiración, a ellas, a mis amigas y a mis colegas, valga el reconocimiento y el recordatorio de que con nuestro trabajo, serio y persistente, lograremos las transformaciones necesarias y continuaremos inspirando a las futuras generaciones de mujeres en las profesiones de la salud.

Médico Pediatra, profesora y directora de la Escuela de Medicina UNPHU