La trama electoral y los intereses extraños
Aunque para muchos benefactores de la política, el sistema de partidos es la alternativa democrática viable y plausible, no dejan de ser ciertas la existencia de malas prácticas que le adornan, siendo algunas de ellas: el clientelismo, el populismo, el uso de los recursos del estado, el financiamiento de campaña con dinero sucio, el oportunismo premiado junto a los mimados transfuguismos, la compra de dirigentes, las renuncias inducidas a partidos, todo esto formando un conjunto de estrategias de poder, que mantienen viciada, traicionada y secuestrada la democracia dominicana.
Por esta exigencia de supervivencia, todos los partidos con vocación de poder, cuentan con los más afamados estrategas y pragmáticos a todo terreno en materia electoral y prácticamente nadie puede tirar la primera piedra.
Pero teniendo presente las experiencias recientes vividas, el espíritu de sobrevivencia se anima y los estrategas se activan y todas las medidas de auto protección crean las condiciones para un ambiente cada vez más caldeado y peligroso, aunque no cabe la menor duda de que el juego de mayo está como en el dominó: bandeado a 2 y solo queda la cajita en manos de a quien le toca la próxima jugada: al pueblo dominicano.
Por estas experiencias recientes, se comienzan a escuchar los sonidos de tambores que aún no son de guerra, para llamar la atención, intentar asegurar los sub procesos del sistema electoral, y sentar las bases de las negociaciones de siempre, previniendo los tranques electorales.
El ahora me toca a mí es la norma y en la matriz de riesgo que también puede establecerse, para comprender la estrategia a seguir al buscar la victoria electoral, los escenarios de la trampa y el fraude nunca pueden pasar desapercibidos.
Todo es parte de la misma trama electoral pujante y estratégicamente planificada, por los grandes benefactores de la praxis política nacional.
Pero esta vez con un peligro latente y una diferencia coyuntural, porque en la actualidad han desaparecido los denominados notables confiables, pués junto con las demostraciones históricas y la incredulidad generalizada hacia todo el mundo, parece indicarse que no se puede contar con personalidades, que no estén aliadas a intereses sectarios.
Y parece generalizada la creencia de que no hay alguien en quien confiar, y que en el fondo prevale lo monetario: “pues aquí, hace rato que en política no hay ideales, ni valores, ni discursos y sobre todo, hace tiempo que papeleta mató a menudo”.
La crisis política, sistémica y partidaria que vive el país es real, aunque no la queramos reconocer. No es necesario magnificarla, pero las verdades están ahí, y aunque los actores se han vuelto doctores en materia de las conveniencias, se ve hasta plausible la incongruencia de aceptar la derrota a cambio de prebendas, aun sabiéndose ganadores o haber sido defraudados en un proceso electoral. Aquí la verdad de los procesos no importan, sino el negocio que pueda llevarse a cabo.
Y que les importa a las cúpulas políticas partidarias si ellos como quiera quedan bien fondeados, en estas negociaciones que se llevan algunas veces hasta la vida, de candidatos que lo empeñaron todo para una conquista electoral. Pero los muertos de campaña no se pagan y en base a esto ¿Cuántos ajustes de cuentas no se habrán hecho en Quisqueya la bella?
Entre el pataleo que siempre se da para justificar las derrotas y tener al menos el refugio de la salida elegante, y el sacar el pecho amenazando con tomar las calles, creando con esto un verdadero caldo de cultivo para futuras negociaciones, está el reto electoral y la confianza que a fuerza de martillo, tendrá que depositar el pueblo dominicano en la Junta Central Electoral, para no dejar caer un nuevo proceso que debería ser democrático.
Las denuncias hechas sobre el pasado proceso electoral han sido justas y seguramente hay mucho más de ahí, pues conocemos de personas nobles, que creyeron en la comparsa democrática, pero luego fueron pisoteados por las líneas partidarias, retirándole votos en las mesas electorales para favorecer a los candidatos predilectos. No se olvide que acta mata a voto y ahí está el detalle.
Imagínese usted, si esto es con devotos candidatos, ¿que no se hace con el resto de la población?
Si actores concursantes que deberían celebrar la fiesta democrática, se quedan sin bailar, porque son consistentes y vilmente defraudados, por las componendas de delegados en las mesas electorales, ¿Dónde queda la voluntad popular?. Es que papeleta sigue matando a menudo: en las mesas electorales entre los delegados y fuera del recinto con las cédulas.
Es que si a los políticos no les importa el país, ¿porque les va a importar al país, los que deponen su derecho constitucional de elegir y ser elegidos y lo venden junto a su carnet de identidad y electoral al mejor postor?.
Las elecciones se ganan en las mesas electorales. Lapidaria frase del flamante sistema de partidos dominicano.
Con esta práctica y otras también degradantes como las denunciadas por la misma misión de la OEA y los partidos de oposición y la misma sociedad civil, tendremos que aspirar a las curules de ambas cámaras o a la presidencia de la república en el mes de mayo.
Lo desalentador de todo esto, es que nadie puede tirar la primera piedra, aunque el uso de los recursos del estado, ayudan alguito y todos deberíamos asumir el compromiso, de un montaje electoral diáfano, creíble, transparente, sin mafias, sin marrullas y que goce al final del proceso del aplauso no de los partidos y candidatos ganadores, sino de la nación dominicana.
El cuco fusionista y la crisis de Haití, no debe utilizarse como argumento o piedra de tropiezo para el proceso electoral que se avecina. Tampoco deja de ser una traición a la Patria, en echar más leña al fuego desde el punto de vista geopolítico, intentando pescar en rio revuelto, pues así como en tiempos de pandemia hubo elecciones, las habrá en este tiempo de tambores de guerra.
Las denunciadas y temidas pretensiones de prolongar el periodo presidencial de Danilo Medina en el 2020 posponiendo elecciones por razones pandémicas, aún teniéndose a todo un pueblo deseoso de cambiar de inquilinos de la silla de alfileres, no puede trasladarse al presente 2024, creando condiciones de ingobernabilidad en la isla o apostando y proveyendo para escenarios de crisis política parecidos.
¡Y es claro que los escenarios se parecen!, ya que fuerzas exógenas al proceso electoral mismo, amenazaron y amenazan al país: en aquella oportunidad con la salud y la vida de las personas, y ahora con una crisis haitiana, que no ha dejado de capitalizarse políticamente.
Al parecer y según el pensar del discurso opositor, tanto la oposición del 2020 como la oposición del 2024, el pueblo dominicano tuvo y luce tener la intención de cambiar de inquilinos en el palacio nacional.
Aunque en este 2024 se tiene el agravante de unos intereses previsiblemente extraños, posiblemente supranacionales y fusionistas, no amigos de la nación dominicana, que miran desde siempre con ojos de buitre, los recursos naturales y apetecibles de la isla.
Siempre se ha dicho que en la guerra y en el amor todo es permitido. Y la política nacional es una guerra, donde no solo se aplica la ley de la selva y del sálvese quien pueda, sino un refrán muy popular y extendido en el país: para que la cruz vaya a mi casa que vaya a la ajena.
Por ello cualquier trama que desborde la razón y sea un nuevo despropósito ahora, se resuelve, pues apostamos siempre a la creencia firme de que en el camino se acoteja la carga.
Pero debe quedar claro, que al parecer, el cuco fusionista no se sumará a la trama electoral, por lo que las luchas por el poder no cesarán hasta el próximo 16 de agosto del 2024: donde desde ese mismo día se inicia una nueva campaña política, mientras se descuida por tres años y medio la nación.
Este es el círculo vicioso imperante que ha llevado a la nación al borde de un precipicio anti democrático, con avisos claros de ingobernabilidad.
Un conjunto de pensamientos y malas prácticas, que debemos lograr superar con el concurso de todos, y convertir en un círculo virtuoso un verdadero ciclo democrático, y de esta manera en la nación dominicana, los políticos se aferren a la idea restauradora y que siempre lleve nuestro barco, con todos sus pasajeros al mejor puerto.