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mirando por el retrovisor

Cuando el show no debe continuar: Yo también lloré

En el mundo del arte y el espectáculo se usa con mucha frecuencia la frase “The show must go on”, en español “El espectáculo debe continuar”. Esa máxima, aplicada casi siempre al pie de la letra, intenta transmitir a las audiencias que el compromiso de un artista con su público está por encima de cualquier circunstancia dolorosa que enfrente.

Así hemos visto a cantantes salir al escenario, aunque minutos antes han recibido la información sobre el fallecimiento de un ser muy querido. Incluso, se ha dado el caso de manejadores de artistas que les ocultan la infausta noticia hasta que concluye la presentación. Hay de por medio un dinero que no quieren perder, con cuantiosos gastos antes, durante y después del concierto o espectáculo.

Pero como cada expresión tiene su réplica, también existe el dicho de que “toda regla tiene su excepción” y de que “a veces perdiendo se gana”.

Es lo que ha ocurrido con la decisión del Ministerio de Cultura de cancelar la celebración del Desfile Nacional de Carnaval 2024 en “solidaridad” con los familiares de las víctimas de la tragedia ocurrida el pasado domingo, durante el cierre de un evento similar en el municipio Salcedo, de la provincia Hermanas Mirabal.

La explosión de fuegos artificiales que serían usados en el carnaval de Salcedo había dejado hasta ayer cuatro personas fallecidas -tres niños de cinco, seis y once años, y un hombre de 53 años, además de 15 con quemaduras de gravedad.

“Celebrar” ese carnaval este domingo en medio del duelo de las familias que han perdido esos familiares y otras con el alma lacerada por tener a parientes cuyas vidas penden de un hilo, hubiese sido una grosera falta de solidaridad y empatía.

Imagínense la indignación que hubiera generado realizar esa festiva, colorida y bulliciosa actividad cultural, en medio de un sufrimiento que se ha extendido a la mayoría de la sociedad, pese a que la tragedia ocurrió en un pequeño pueblo del Cibao.

La cancelación debió anunciarse incluso desde el instante en que los medios de comunicación mostraron la magnitud de la tragedia –decretando duelo nacional-, pero mucho más después de que se anunciaron los fallecimientos de los primeros dos niños que apenas comenzaban a vivir.

Tan solo esperar casi a última hora para la cancelación del desfile nacional del carnaval en la capital, constituyó una imperdonable expresión de insolidaridad, tomando en cuenta que ya no era una tragedia de Salcedo, sino del país.

Aunque había un montaje que implicó la inversión de millonarios recursos y el arduo esfuerzo humano con largas horas de preparación para mostrar lo mejor de nuestra cultura carnavalesca, la solidaridad siempre debe estar por encima de los intereses económicos y particulares.

El momento no es solo para dar “un sentido pésame” o “acompañar a esas familias en su dolor”, sino ir más allá, disponiendo todos los recursos y esfuerzos que sean necesarios para preservar las vidas de los afectados, haciendo honor al comunicado del Ministerio de Cultura en el que anunció la cancelación del desfile, tomando en cuentas que los quemados y sus parientes “merecen en estos momentos todo nuestro cariño, solidaridad y empatía".

A propósito de esta tragedia tan desgarradora, con frecuencia les digo a mis estudiantes de Comunicación Social que deben aprender a manejar las emociones, porque constantemente tendrán que brindar cobertura a sucesos que a los periodistas también “nos parten el alma”, aunque muchos piensen que, como los médicos, somos profesionales “curados” ante el dolor y las angustias ajenas.

Pero en esta oportunidad entiendo perfectamente la empatía de la periodista del canal de noticias CDN, Deyanira López, quien ofreció, sin poder contener las lágrimas, un reporte sobre el fallecimiento del niño Adriel Leonardo, de cinco años, en la unidad de quemados “Dra. Telma Rosario”, del hospital infantil Arturo Grullón de Santiago.

Antes de verla en su reporte que completó, en medio del dolor que la embargaba, yo también lloré cuando minutos antes leí la información y vi la foto del niño colgada en la web del Listín Diario, donde laboro.

Otros comunicadores, incluso con muchos años de experiencia y supuestamente curtidos en el manejo de informaciones sobre sucesos similares, también me confesaron que se sintieron abrumados al enterarse de la muerte del infante.

Y es que en nuestro ejercicio hemos acuñado esa frase “Nada humano me es ajeno”, escrita por Publio Terencio Africano, esclavo manumitido y autor de comedias de éxito en la Roma republicana, que la puso en boca del personaje Cremes en su obra “El enemigo de sí mismo”, escrita en el año 165 antes de Cristo.

Sé que algunos tal vez razonen que la periodista completó su reporte en medio del evidente dolor y, por tanto, es la mejor demostración de que “el espectáculo debe continuar”, como el carnaval ahora cancelado. Muy diferente, reportar con tristeza un lamentable deceso, a brincar, bailar, gozar, reír y divertirse en medio de una aflicción colectiva.

Cuando lloré al observar la foto del niño Adriel y la información de su fallecimiento, pensé en mis hijos cuando tenían esa edad. Ahí está la real esencia de la empatía, esa capacidad de percibir el mundo interior del prójimo, aunque no estemos en sus zapatos.

De ahí lo juicioso, aunque tardío, de cancelar el desfile del carnaval. Cuando eres empático y un drama humano de tal magnitud no te resulta ajeno, sencillamente “the show must not go on”, or in spanish: “el espectáculo no debe continuar”.