Aprendizaje en América Latina, resiliencia de la esperanza
Los retadores resultados que el aprendizaje de los jóvenes de quince años registra en las naciones de nuestra región obliga a preguntar: ¿estamos ante una tozuda evidencia de que el deseo y amor por el conocimiento y la civilidad están en franco deterioro o erosión? ¿Experimentan una nunca antes vista radicalizada continuidad de la indiferencia que eterniza la pobreza?
Oportunas preguntas ante la presentación del informe de ochenta páginas titulado “El aprendizaje no puede esperar, lecciones para América Latina y el Caribe (ALC) a partir de PISA 2022” por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hecha en su reciente reunión del pasado fin de semana en Punta Cana, al extremo Este de nuestro país. En tal documento, preparado por un equipo de esa entidad coordinado por Mercedes Mateo Díaz y Emanuela Di Gropello, jefa de la división de educación y gerente de práctica educativa para América Latina y el Caribe, respectivamente, el organismo financiero internacional hizo señalamientos claves. La versión digital está colgada en la web del BID desde el 01 de marzo 2024, según el “meta name” “citation publication date” de su código.
En entregas anteriores afirmamos que el tema educativo está adquiriendo atención renovada y claros signos de demanda en los discursos de los actores y sectores económicos regionales interesados en re articularse de forma sostenible y rentable en sus respectivas comunidades, especialmente ante unas coyunturas en gestación que parecen propiciarles tal oportunidad.
El informe resalta, sin tapujos, que “los adolescentes de la región se enfrentan a una profunda crisis de aprendizaje” y que, en consecuencia, “la mayoría no ha adquirido las habilidades básicas que necesitan para participar plenamente en la sociedad”. Esto es operar en sus comunidades mediante capacidades operativas ancladas a saberes esenciales: matemáticas, lectura y ciencias. Son palabras mayores.
En tales saberes, la república Dominicana capitanea los peores resultados, detrás de Paraguay, nación cuyo PIB —datos del 2021-2022— es 1.73 veces menor que el dominicano; su PIB per cápita, -0.83 veces; su gasto público -1.14 veces y su gasto educativo: !-2.11 veces! Finalmente, su gasto en educación como porcentaje del gasto público ronda -0.87 veces.
Significa que, aportando casi el doble o más de recursos a la educación que Paraguay, obtenemos resultados similares a esa economía que es 1.73 veces más pequeña que la nuestra.
El BIB señala que con un promedio de 373 puntos en matemáticas —RD=±345—, los estudiantes de ALC quedaron 27% por debajo de los 475 puntos logrados por los europeos de las economías integrantes de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Ante este desmadre universal, pocos calibran que la comparativa no es fortuita: ¿el BID está explicando a nuestros líderes por qué su financiamiento va, preferentemente, hacia esa región? Más cuando el 18 de marzo del 2020 instaba a “fortalecer los mecanismos de gobernanza e integridad para mejorar la calidad y la implementación de políticas públicas”, enrostrando que, del 2007 al 2018, “la confianza en el gobierno nacional de los países ALC sigue siendo menor que en los países de la OCDE”.
“…Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen”.
¡Resiliencia!