OTEANDO
La abstención como expresión electoral
En reiteradas ocasiones he planteado que el pensamiento político posfundacional denuncia que la democracia constitucional acusa un déficit de legitimidad, idea que, de cierta forma, ha inspirado más de un socialismo infuncional o, cuando no, populismos de izquierda y de derecha que trascienden, peyorativamente, la más desacreditada de las democracias. Soy de los que piensan que la democracia, bien llevada, sin ser la panacea, es el mejor sistema político hasta ahora visto. Sin embargo, el apartamiento de los principios filosóficos, sociológicos, antropológicos y políticos que la inspiran hace que ella sea tergiversada en sus fines y vaya perdiendo legitimación popular.
La deslegitimación del sistema democrático no opera de golpe y porrazo. Ocurre de manera paulatina, pero progresiva, allí dondequiera que la clase política empieza y continúa haciendo un uso inadecuado de las prerrogativas que le otorga la democracia, derivando ello en el desencanto generalizado de los gobernados, mismos que constituyen el supuesto cuerpo soberano que delega el poder el aquella. El abandono de las ideologías y su sustitución por la perniciosa indiferencia ante los problemas de las grandes mayorías tiene siempre, tarde o temprano, una respuesta que no puede ser distinta de la desaprobación y el arriesgado salto al vacío, hijo del forzoso razonamiento en el sentido de que “cualquier cosa es mejor que lo que se tiene”.
En las elecciones municipales recién pasadas la abstención del ejercicio del voto aumentó considerablemente y, este hecho, ha dado lugar a las más variadas conjeturas, ya de índole explicativa, ya de índole justificativa del fenómeno -con dependencia de la interesada perspectiva desde la que se lo considere-, terminando por aparentar un tema manido que se diluye cada vez más en los antagónicos sentimientos de victoria y derrota. Sin embargo, el asunto es para ser tomado más en serio. Todo lo ocurrido tiene sus razones reales que uno y otro bando decide ignorar, pensando que bastará con capear esa realidad objetiva para que el pueblo las olvide y que, en la próxima ocasión, todo ello será historia. La abstención es también una forma de expresión electoral, solo que en la forma de negación del sistema y desaprobación del comportamiento de los actores políticos.
Ustedes, líderes políticos, tienen el compromiso de cambiar la conducta engañosa por la del cumplimiento, y de reformar el sistema electoral cambiando el famoso sistema del voto preferencial y volviendo a postular candidatos resultado del sistema de listas cerradas, puesto que aquel ha demostrado ser causante del aumento del clientelismo político implementado por todos los partidos y del neopatrimonialismo estatal.