Lista de advertencias
De algunas personas se dice que les agrada dar malas noticias. Se les atribuye que derivan, por algún motivo difícil de explicar, una cuestionable satisfacción cuando son portadores de informaciones que a quienes las escuchan causan pesar, temor, ansiedad o desasosiego. Puede ser que sea así, o que sólo sea una fama inmerecida, pero curiosamente algo similar se ha dicho en ocasiones respecto de varios centros de investigación y organismos internacionales, siendo notorios los que se ocupan de temas ambientales y del desarrollo de las regiones más atrasadas del planeta.
El FMI no se ha librado de esa descripción. Se ha destacado su propensión a identificar peligros, pequeños y grandes, que amenazan la estabilidad socioeconómica y las perspectivas de crecimiento de sus miembros. Y se ha señalado que hasta en los reportes más favorables y elogiosos, nunca falta una lista de debilidades y tareas pendientes, acompañada por sobrias reflexiones acerca de lo que podría suceder si esas deficiencias no son corregidas a tiempo.
El criterio de numerosos analistas, la mayoría probablemente, es que omitir una advertencia es mucho más perjudicial que no felicitar por éxitos alcanzados. Los logros suelen ser exhibidos y propalados por los propios países y gobiernos que los han conseguido, pero las vulnerabilidades requieren que alguien externo las saque a relucir.
Por esa razón es común que el contenido de las evaluaciones se oriente a describir riesgos de diversa índole, complementando el análisis con recomendaciones respecto de medidas y decisiones que deben ser tomadas. Un ejemplo de ello pudo verse en las discusiones llevadas a cabo en el Foro de Davos en torno a la inteligencia artificial.
Mientras algunos participantes ponían énfasis en el efecto beneficioso que tendrá sobre la productividad y el acceso de países subdesarrollados a la tecnología, el FMI presentó un inquietante panorama de pérdidas de puestos de trabajo y de aumento en la desigualdad entre naciones ricas y pobres.