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Del formalismo extremo y la necesidad de superarlo

De entrada es preciso aclarar que no nos pronunciamos en contra de las formalidades que en términos procesales deben ser observadas y agotadas, no sólo porque lo exija la norma, sino y sobre todo porque forman parte del debido proceso, que conforme al texto constitucional dominicano debe ser aplicado en toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, como lo pauta el artículo 69.10 de la Constitución de la República.

No obstante, contra lo que sí nos pronunciamos en contra es del formalismo extremo, en el que se privilegia más la forma que el fondo, y que sobre la base de “valorar más el cumplimiento de formas sacramentales que los resultados de las actuaciones procesales” terminan en muchos casos atrofiando el conocimiento del asunto sometido a la litis judicial, y en ocasiones por razones de formas que desde el punto de vista práctico al día de hoy resultan insustanciales, por no decir risibles.

Si alguien puede tener duda al respecto, que se tome un momento y verifique un proceso penal, por ejemplo, para ver el “motivo” de algunas suspensiones y no es descartable que al final saque algunas conclusiones, dentro de las cuales es posible que esté que se trata de una “causa” que sólo podría justificarse desde el punto de vista del interés de los actores para retardar el conocimiento del proceso de que se trata, y posteriormente argüirlo en su favor, o sencillamente que se trata de una “causa” insustancial, como se indica.

Sabemos que los ejemplos abundan, y sin ánimo de entrar en ningún proceso particular, que como es obvio no haríamos jamás, desde el punto vista práctico son valladares a superar de cara a una eficiente administración de justicia, tendiendo como estandarte el aforismo jurídico de que “justicia tardía es justicia denegada”.

Pero además de que de no hacerlo, cada vez será mucho más difícil llegar al fondo del conocimiento de determinado proceso, habida cuenta de que muchos piensan y hasta expresan que “incidentes procesales” siempre habrá o se podrían inventar, lo que a su vez puede terminar siendo visto como una especie de relajo, con todo lo que esto implica de cara a la solemnidad de la justicia. Claro está, la gente puede tener en algunos casos motivos para ver y apreciar que esos “incidentes procesales” dependen en gran medida de las partes de quienes se trate.

Ante esa situación en la que como se indica muchos piensan y hasta expresan que “incidentes procesales” siempre habrá o se podrían inventar, no nos sentimos en condiciones de refutarlos en lo más mínimo, pues tampoco podemos descartar del todo que puedan pulular en nuestros medios personajes propios de la obra del reputado escritor dominicano, el ocoeño don Viriato Sención, y esto así porque si existen “Los que falsificaron la firma de Dios”, nada puede descartarse en otros escenarios y máxime cuando se trata de lograr situaciones ventajosas a sus causas. De la mano del aforismo jurídico arriba citado es conveniente tener presente igualmente que “para que una reparación se haga efectiva, debe realizarse en tiempo oportuno y de manera adecuada”.

En nuestro caso seguimos convencidos de que el mayor recurso del que disponemos es el tiempo, y por ende el mismo debe ser cada vez más optimizado para su mejor aprovechamiento, y en consecuencia, se requiere en todos los órdenes, a lo que, obviamente, no escapa la administración de justicia, de simplificar cada vez más los procesos, sin perder jamás la esencia; se requiere a esos fines de sacrificar hasta donde sea posible las formas en beneficio del fondo, sin que esto implique nunca desconocer el indicado debido proceso.

Hoy más que nunca se requiere optimizar y agilizar todos los trámites; creemos que hay que empezar o continuar desmontando la excesiva carga de formalismos insustanciales en muchos casos.

En cada institución deben revisarse los protocolos establecidos de forma sosegada de manera que sean cosas del pasado los requerimientos exigidos que escapen a todo lógica y que carezcan de utilidad práctica, lo mismo que cerrarle el paso a quienes de manera deliberada y con fines estratégicos evidentes se atrincheren en el formalismo extremo… en esos casos urge la necesidad de superarlo.

El autor es ocoeño y egresado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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