OTEANDO
Narcos en la política y en lo político
La semana pasada hice un artículo para denunciar algo ya harto sabido: el narcotráfico se ha apoderado de una buena parte de las instancias legislativas y traza el rumbo de nuestras vidas. O, para ser más exacto, nos embarra la existencia; pues, en muchos casos, quienes acceden los puestos electivos, o se dedican al negocio de la droga, o se dedican a blanquear capitales provenientes del narcotráfico, o peor aún, llegan a nuestro Congreso a servir de peones del ajedrez que juegan los grandes capos de la droga, en el país y fuera de él.
Es una vergüenza, y también una pena, que el flagelo en cuestión nos haya arropado de la manera que lo ha hecho; sobre todo, si tomamos en cuenta la descomposición que acusa nuestra sociedad merced a los tentáculos de este. Nuestros jóvenes de la marginalidad siempre han pagado los platos rotos de un Estado irresponsable que vive de espalda a su realidad, de una clase política mayoritariamente indiferente y genuflexa al poder del narcotráfico. Cada Gobierno anuncia con bombos y platillos el aumento en la cantidad de droga incautada, como si bastara con que se incaute mucha cantidad, cuando lo que se espera es que el Estado, en su conjunto, elabore y ejecute el plan que acabe con esa maldición que nos empequeñece como nación.
Nadie puede negar que aspirar el poder no es lo mismo que ejercerlo. Cuando se asume el poder, sobre todo en países como los nuestros, y por qué no, también en los que nos son extraños, la cuestión de gobernar cambia obligadamente de perspectiva, deja de ser un dibujo de acuarela pintado a los electores para que voten un candidato y pasa a ser la verdadera realidad, algo ante lo que muchos hombres de ayer y de hoy han devenido ineptos. Comienzan -en aras de retener el poder- a hacer concesiones, ya por acción, ya por omisión, a empresarios y a “empresarios”. Y, dejar hacer, es peligroso, sobre todo, facilita al narcotráfico introducirse en la política y en lo político.
Señor presidente Luis Abinader, usted nunca me ha parecido ser un hombre que haya ido al Gobierno a buscar dinero. Lo he repetido hasta la saciedad. Pero sobre sus hombros pesa la gran responsabilidad de acabar, no de mitigar, el problema del narcotráfico. Porque es usted quien gobierna ahora y, los militares o policías “concernidos” en la famosa “lucha contra las drogas” que nunca termina son sus subalternos. Siempre hay una oportunidad de casarse con la gloria. En Singapur no hay drogas, aquí tampoco debería haberlas. Solo dé el primer paso, y una legión le apoyaremos.